No, la corbata no está en vías de extinción. Quizás ya no se use tanto como en otras décadas y llevarla haya dejado de ser obligatorio en algunos restaurantes exclusivos, ámbitos políticos y clubes privados, pero ese trozo de tela de punto, seda u otro tejido que representa valores de seriedad y confianza todavía goza de buena salud.
La corbata la introdujeron los mercenarios croatas al servicio de Luis XIII en la Guerra de los 30 Años, en el siglo XVII, como complemento de su uniforme. La cravate fue la forma en que los franceses adaptaron el nombre de los hrvatska (denominación de Croacia en esa lengua), y con el correr de los siglos llegó hasta el siglo XX, cuando a rebufo de la moda que venía de Gran Bretaña y su uso en los clubes y universidades ingleses se expandió por todo el mundo.
Pero si bien su diseño en cuanto a forma apenas ha cambiado en los últimos 150 años, las combinaciones de estampados, dibujos, puntos, lunares y colores puede ser infinita. Y su uso también se ha modificado.
“Aunque se observa una tendencia a dejar de lado esta prenda, no podemos negar que sigue siendo un símbolo de los negocios, y un accesorio que completa perfectamente el hueco que queda entre las solapas del traje y el cuello de la camisa”, explica Ana Iriberri, directora de AI Asesores de Imagen.
Para Josué Pardo, de VJ Asesores de Imagen para Hombres, “la corbata no va a desaparecer, pero en los últimos tiempos se ha readaptado”. Mientras que hasta hace poco más de una década era un complemento indispensable del traje o la americana, “en la actualidad su uso depende de la ocasión y del estilo de la persona”.
La corbata debe su razón de ser al simbolismo estético, pero no abriga, no protege de nada, puede ser incómoda porque obliga a estar varias horas con la camisa abotonada y el nudo poco ayuda a la flexibilidad del cuello. Si se la utiliza es para representar valores de seriedad, confianza y elegancia.
Pero estos simbolismos dan un paso al lado a favor de la practicidad. “Hay una evolución social hacia el ‘estar a gusto’, y la idea de comodidad está más presente. Las nuevas generaciones de profesionales nos llevan a un punto en el que ir bien vestido y cómodo es factible, sin ser necesario el uso de complementos como la corbata”, considera Laura Costa, asesora de imagen y personal shopper.
En el mundo de los negocios el uso de la corbata se mantiene cuando se tienen encuentros con clientes, reuniones de altos ejecutivos o si se firman acuerdos en términos formales.
Pero la irrupción de las empresas tecnológicas y las start-ups han relegado el uso diario de este complemento. Incluso a algunas grandes figuras como Jeff Bezos, Steve Jobs o Elon Musk no se los suele recordar como portadores habituales de corbatas.
En las oficinas “son muchos los directivos que han colgado la corbata en la última década. Si se lleva es en eventos que requiere una mayor formalidad y profesionalidad”, indica Costa.
En eventos del mundo del espectáculo (como el caso de los premios Goya), o en los salones del Teatro Real o el Liceu ya no es obligatorio usar esta prenda. Si su uso sigue vigente es más por la voluntad propia que por lo que especifique un reglamento.
Algunos clubes privados españoles, en los últimos años, también flexibilizaron sus reglamentos respecto a este accesorio. En el caso del Casino de Madrid permitieron que los socios puedan prescindir de la corbata las noches de los jueves, viernes y sábados, así como entre los meses de junio a septiembre, en que el calor agobia y más centímetros de tela significan menos comodidad.
En cuanto al Club Financiero Génova la chaqueta y corbata sigue siendo un conjunto de uso obligatorio, excepto en algunos acontecimientos.
En el ámbito político, todavía se recuerda el rifirrafe entre el entonces presidente del Congreso, José Bono con el exministro de Industria Miguel Sebastián, cuando el primero le reprochó que concurría a los plenos sin corbata.
Eso fue no hace mucho, en 2011, mientras que en la nueva legislatura se vieron varios diputados que ya no solo dejaron esta prenda de lado, sino que incluso cambiaron la camisa por camisetas reivindicativas.
En la política el uso de corbata (o su destierro) va ligado a la imagen que se quiere proyectar de cara a los ciudadanos. “Si se quiere dar un mensaje más conservador, clásico o formal la corbata ayuda más”, indica Josué Pardo.
Por el contrario, si se pretende una imagen más cercana al pueblo, “la corbata empleada de forma más pura puede conferir una imagen más distante”, analiza Laura Costa.
Y sea cual sea el ámbito, la elección de tejidos y estampados se convierten en un transmisor de ideas. El uso de seda aporta más elegancia y seriedad que el punto; las combinaciones de colores equilibran la informalidad con la buena presencia; los tonos más fuertes atraen las miradas, pero un exceso puede derivar en el ridículo.
Lo mismo que los estampados. Pueden ser un arma de doble filo, porque los dibujos extravagantes (y no hablemos de personajes de cómics o de la cultura popular como los de Star Wars) pueden condenar cualquier reunión o entrevista laboral.
El primer punto pasa por saber qué imagen se quiere proyectar. Y a partir de ahí, volver a sacar esa tela larga –y algo rebelde cuando se trata de hacer un nudo– pero que no dejará de estar de moda. Al menos durante los próximos años.
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