Con experiencia en la empresa privada, saltó al mundo de la política local prácticamente por casualidad. Antes de dar el gran paso, ni tan siquiera militaba en partido alguno. Miguel Tur (Ibiza, 1986) es licenciado en Administración y Dirección de Empresas (ADE) y en Investigación y Técnicas de Mercado (ITM) por la Universidad CEU San Pablo de Madrid. Su debut institucional, sin duda, estuvo marcado por la pandemia de Covid que irrumpió a los pocos meses de comenzar la legislatura. A pesar de las dificultades, sigue pensando que trabajar para su municipio es un «privilegio» y una «responsabilidad».
—Hace relativamente poco tiempo que está en política, ¿qué balance puede hacer a título personal de esta experiencia?—Es un balance positivo porque siempre me gusta ver el vaso medio lleno. Además, tener la oportunidad de trabajar para el municipio en el que he nacido e intentar mejorarlo, es algo que considero un privilegio y una responsabilidad por la cual me siento agradecido. Para alguien que era totalmente virgen en el mundo de la política, ello ha supuesto una motivación extra y eso que la figura del político no está muy bien vista, aunque hay que tratar de cambiar esa opinión. Es verdad que en este balance las cosas se han visto condicionadas por todo lo que ha pasado y la pandemia no es lo que uno esperaba al llegar, pero hay que adaptarse.
—Es decir, su llegada a la política fue algo casual.—Totalmente. No tenía ninguna afiliación política, aunque obviamente mis ideas tienden más a la derecha. De hecho, nunca había sentido un interés importante hacia la política. Se presentó la oportunidad, hablé con la alcaldesa Carmen Ferrer y me convenció su proyecto y, sobre todo, conocer qué es la política y el mundo de la Administración pública, que era desconocido para mí. Eso es lo que me atrajo y me animó a decidirme.
—¿Le han quedado ganas de repetir?—Es una decisión que todavía puede esperar, pero influyen muchos factores. No es sólo lo que uno tenga ganas de hacer, sino que la alcaldesa deberá tomar sus decisiones sobre el equipo y también el propio partido. Además, habrá que valorarlo con la familia. Algo que me pesa mucho es la percepción de la gente. Al final, Santa Eulària es un pueblo y lo que se quiere es que los vecinos hablen bien de uno y del trabajo que se está haciendo. Si soy muy autocrítico y lo que se percibe por parte de la gente no es positivo, para mí no tiene ningún sentido seguir aquí. Si la percepción es buena, se puede pensar en continuar, siempre que el ciudadano así lo decida.
—¿Qué es lo que más le ha sorprendido tanto para bien como para mal en el ayuntamiento?—Para bien, yo que procedo del mundo privado, lo que más me ha sorprendido son los compañeros, tanto los funcionarios como a nivel político. También descubrir esta política sana, alejada de malas intenciones o corrupciones. Estoy orgulloso de poder decirlo desde dentro. Lo que menos, y debe ser algo común, son los tiempos y la burocracia porque nos gustaría hacer las cosas más rápidamente. Todo se enreda más de lo normal y cuesta dar una respuesta ágil a los ciudadanos. Debemos trabajar para que estos plazos sean los mínimos. También me ha sorprendido, tanto para bien como para mal, que al ser el ayuntamiento una institución cercana, cualquier cosa que ocurre –sea o no competencia municipal– las quejas llegan aquí. Me sorprende el nivel de exigencia por parte de todos.
—Hace unos meses impulsaron la plataforma comercial Shoppingriu.—No nació por la pandemia, sino que venía en el programa electoral del 2019, aunque el coronavirus lo aceleró todo. Vemos que globalmente se está produciendo un cambio y una transición digital en todos los sectores. Cuando estábamos en casa, sin salir, los usuarios tuvieron que comenzar a hacer uso del comercio online. No se trata de competir con determinadas plataformas, pero sí de dar al pequeño comercio la posibilidad de este canal de ventas. Su producto, al final, está expuesto 24 horas y puede verse desde cualquier parte del mundo. Si cada comercio debe crear su página web y darle contenido, es probable que la mitad de negocios se queden por el camino. La idea era agrupar a los comercios y darles visibilidad para que ello se traduzca en más ventas.
—¿Qué resultados puede destacar de esta plataforma?—En los últimos 90 días, cuando empezó a funcionar Shoppingriu, ha habido más de 2.300 visitas y 140 ventas, lo que se traduce en unos 13.000 euros de facturación. Son números que deben mejorar, aunque para un primer lanzamiento estamos muy contentos y trabajamos para seguir creciendo. Ahora mismo hay inscritos 19 comercios en la plataforma y ofrecen más de 1.200 productos. Esperamos aumentar estos datos de cara a la temporada.
—¿Los comerciantes le han solicitado mejoras en esta iniciativa virtual?—Es una web viva y estamos en un cambio continuo. En este tiempo se han corregido procesos de compra o registros de usuarios. Hay una persona responsable tanto de escuchar a clientes como a comercios para ir mejorando día a día.
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—Las necesidades de los comerciantes serán diferentes según la localidad.—Sin duda y además no hay que sentirse derrotados por Internet, hay que luchar y adaptarse o especializarse. Cada comercio y cada zona tienen sus necesidades, aunque habrá muchas que son comunes. Se está produciendo un cambio generacional en el comercio tradicional y así, hay que ayudar a la gente que está en esa transición para que entre también en el cambio digital. Lo mismo pasa con la renovación física de los comercios, en los escaparates y productos. El turista que viene no es el mismo que hace 10 o 20 años y debemos adaptarnos a lo que busca. La Administración debe lograr que el municipio sea más cómodo, más atractivo para el turista y darle facilidades, por ejemplo, para aparcar. Lógicamente, no son las mismas necesidades las que puede tener un local de Santa Gertrudis, de Puig d´en Valls o Sant Carles.
—Dirige áreas importantes como Economía y Hacienda. ¿Qué supone elaborar las cuentas municipales?—Desde que llegamos cada presupuesto ha sido diferente por las circunstancias. En 2020 elaboramos unas cuentas y en marzo se cambiaron completamente. El de este año, podríamos decir que es un ‘mix’ de presupuesto, entre uno normal y uno de recuperación al sufrir aún las consecuencias de la pandemia. Lo peor, a la hora de elaborar las cuentas, es la incertidumbre. Tratamos de definir bien las áreas y las necesidades de las parroquias y dotarlas de las partidas necesarias.
—Los ayuntamientos suelen presumir de los presupuestos.—Pero no estoy del todo de acuerdo. Lo que me gusta es presumir de la gestión. Tenemos un 90% de recaudación en 2020 y un 90% de ejecución de presupuesto. De esto sí presumimos ya que de nada sirve tener unas cuentas muy bonitas si luego no eres capaz de ejecutarlas. Los ciudadanos parece que confían poco en las administraciones y debemos hacerlo todo claro y transparente. Debemos estar en la calle, conocer los problemas de la gente y resolverlos. Al final, se trata de dar más calidad a los residentes en el municipio y a los turistas que vienen para que vean que Santa Eulària es un lugar confortable.
—Tienen fama de ser un lugar donde los vecinos gozan de una situación saneada y sin grandes dramas sociales. Aún así, no hace mucho se conocía el problema de las okupaciones de Punta Arabí.—Son situaciones sociales que uno nunca quiere que pasen en su municipio. El tema de Punta Arabí viene agravado por la pandemia, con familias en situación de vulnerabilidad y que por necesidad se vieron obligadas a buscar vivienda. Obviamente, hay que encontrar soluciones y ayudar a estas personas en lo que se pueda, y no sólo nosotros, sino también el resto de instituciones. Por mucho que en Santa Eulària parezca que hay una buena situación, no somos ajenos a estos problemas que van surgiendo en la sociedad.
—¿Les sorprendió que tantos vecinos pidieran algún tipo de ayuda después de llegar la pandemia?—Son las ayudas más importantes concedidas hasta ahora, tanto a empresas como a familias. Sorprendió lógicamente la cantidad de prestaciones aprobadas, aunque es lo que tratamos: crear ayudas ágiles a la hora de tramitarlas para que lleguen en poco tiempo a los beneficiarios. Si al final lo enredamos todo con el tema de la burocracia y las prestaciones no se reciben, de nada sirve todo el trabajo realizado, más si el presupuesto no se ejecuta y no se puede ayudar a quien lo necesita.
—¿Sería factible que el Ayuntamiento sufragara las obras de la segunda fase del Palacio de Congresos?—No tenemos capacidad porque es el proyecto más importante en la historia de esta administración y lo que queremos es hacer partícipe a toda la isla. Entendemos que si todos los baleares hemos pagado el Palacio de Congresos de Mallorca, deben ayudarnos. No pedimos que lo paguen entero, pero que nos ayuden junto al Consell o incluso junto a la financiación privada porque entendemos que es bueno para la isla. Ahora no podemos competir en el sector MICE contra otros destinos como Mallorca y eso que Ibiza tiene fama mundial. Hemos tratado de conseguir financiación y estamos a la espera de unas ayudas solicitadas al Fondo de Turismo.
—La recuperación, ¿será una realidad este año?—Ojalá tuviera una respuesta. Es difícil de predecir. Pensábamos que en 2022 estaríamos recuperados y con cierto nivel de normalidad y todavía algunos sectores siguen viéndose afectados. Si trabajamos con normalidad esta temporada, entre finales de este año y el 2023 podremos hablar de recuperación, aunque todo dependerá de esta próxima temporada.
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