El mundo no deja de avanzar y, con él, también se transforman los oficios de cada época. ¿Te has preguntado cómo vivían hace siglos las familias de la CDMX? ¿Qué hacían las personas para subsistir? Hoy te contamos la historia de las almuerceras chilangas, mujeres cuyo patrimonio culinario quedó registrado en más de una crónica.
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Para comprender los orígenes de este oficio, tenemos que dar un salto al pasado hasta llegar, como dice la canción, a los años 1600. Durante ese tiempo, muchas mujeres indígenas vendían pulque en la zona central del país; estos productos procedían generalmente de cultivos propios que les brindaban suficientes medios para subsistir.
No obstante, esta fuente de ingresos se vio amenazada cuando las autoridades coloniales prohibieron la venta de esta bebida en plazas y calles, ya que consideraban que buena parte de la población trabajaba bajo sus efectos. Con esto en mente, finalmente decidieron instaurar de modo formal los establecimientos de las pulquerías.
De este modo, las mujeres indígenas y otras personas de escasos recursos se vieron imposibilitados para continuar vendiendo pulque de la forma tradicional. Por ello, se instalaron en los alrededores de las nuevas pulquerías y comenzaron a ofrecer a los visitantes comida y un poco de pulque para acompañar los platillos.
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Así surgió formalmente el oficio de las almuerceras, el cual constituía una buena opción para las mujeres y para sus clientes; de acuerdo con historiadores de la UNAM, las almuercerías se popularizaron rápidamente por su accesibilidad económica para todo público:
“Estas vendedoras nunca pudieron competir con las pulquerías, pero significaron una alternativa de acceso a la bebida para todos aquellos que no tenían una pulquería grande a su alcance o no tenían medios para consumir diariamente pulque fino, como el que se ofrecía en los establecimientos”.
Así, por un módico precio, las almuerceras ofrecían a sus clientes un plato de almuerzo, una rebanada de pan, una tortilla y un jarro de pulque de medio cuartillo. Este esquema de negocio se mantuvo sin grandes transformaciones a lo largo de poco más de un siglo.
Las almuerceras solían vender también fritangas y tamales cerca de las pulquerías, pero eran independientes de dichos negocios. Sin embargo, algunas almuerceras sí solían colaborar directamente con las pulquerías; en efecto, les vendían el pulque producido por mujeres indígenas residentes de Xochimilco o de Chalco.
Cuando las autoridades se percataron de esta situación, ordenaron que las almuerceras se trasladaran de las calles y esquinas de la ciudad, a las plazas y plazuelas. Posteriormente, al ver que la colaboración entre pulquerías y almuercerías continuaba del mismo modo, decidieron tomar nuevas medidas.
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Así fue como en 1784, se prohibió la instalación de almuercerías a menos de dos cuadras de distancia de las 45 pulquerías autorizadas. No obstante, las mujeres almuerceras protestaron contra esta medida y, en 1806, lograron obtener nuevamente el permiso para vender pulque.
Estos puestos callejeros eran sumamente populares en la ciudad, no solo por la venta de pulque a un precio accesible, sino por la costumbre antigua de comer un almuerzo.
En efecto, personas de todas las clases sociales solían ponerles una pausa a sus actividades diarias al mediodía para comer sus alimentos. Ya que muchas veces su lugar de trabajo distaba mucho de sus hogares (como pasa todavía en la actualidad), no podían volver allí para tomar su almuerzo, así que acudían frecuentemente a las almuercerías.
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Poco a poco, las almuercerías despegaron sus espacios de las pulquerías y comenzaron a establecerse en otros puntos como plazas y mercados; asimismo, ofrecían caldos de gallina o menudo de carnero a sus clientes, mientras grupos musicales se acercaban a interpretar sones con arpa, guitarra y violín.
Su labor continuó transformándose en nuestra capital después de las guerras de Independencia y, durante los siglos XIX y XX, todavía se les podía encontrar a las afueras de las pulquerías de la CDMX. Progresivamente, las almuercerías dieron paso a los puestos callejeros que hasta la actualidad encontramos en las calles chilangas.
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