CHERISS MAY
Bettye Ames, de 66 años, es abogada e instructora de Misako Dance en Columbia, Maryland.
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Alrededor del 2007, hice un pacto con una de mis amigas. Las dos nos quejábamos de nuestro peso y le dije: "Si encuentras una clase de ejercicios, voy a tomarla contigo". Sin embargo, cuando me propuso una clase de danza del vientre, pensé que iba a tener que romper mi promesa. Me habían diagnosticado ciática y me dolían mucho las piernas y la espalda a causa de un nervio que estaba comprimido. Menear las caderas no me parecía una buena idea, pero le pregunté a mi fisioterapeuta si me haría daño tomar la clase, y me dijo que sería bueno para mi espalda porque fortalecería los músculos abdominales. Y ahí quedó mi pretexto.
Nos inscribimos en un curso de introducción en una universidad comunitaria local y nos gustó tanto que seguimos. Descubrí que la danza del vientre es mucho más que mover las caderas. Es un sistema de movimientos que se centra en aislar ciertos músculos. Si ves a una bailarina mover las caderas lentamente, es posible que pienses: "Eso es fácil". Pero se necesita mucha fuerza para moverse despacio. Se requiere equilibrio y flexibilidad. Tener control de tu cuerpo y ejecutar bellos movimientos te da autoestima, y eso me encanta.
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