La noticia del despido de Joris Gnagnon por parte del Sevilla por falta de disciplina física no es una anomalía en el mundo del deporte. A pesar de la juventud del futbolista no es extraño ver casos de deportistas que olvidan su preparación y se abandonan poniendo en peligro carreras que apuntaban a lo más alto. Incluso en una liga tan profesional como la NBA existen precedentes como Charles Barkley, Eddy Curry o Mike Sweetney.
Aunque ninguno como John Sam Williams. Un ala-pívot que terminó su carrera deportiva en España y que es hasta la fecha el único jugador en la historia que fue suspendido una temporada entera por sus problemas de sobrepeso.
El jugador de Los Ángeles, conocido como 'Hot Plate' ('Plato Caliente'), se convirtió en un nombre de referencia en el baloncesto estadounidense en su etapa universitaria en las filas de Lousiana State, la misma universidad que años más tarde alumbraría otra leyenda gigante: la de Shaquille O'Neal. Williams pasó dos temporadas en las filas de los Tigers en las que promedió 15,8 puntos, 7,6 rebotes y 3,1 asistencias, lo que fue suficiente para ser elegido como número 12 del draft de 1986 -promoción maldita donde las haya- por los entonces conocidos como Washington Bullets.
Williams lo tenía todo para triunfar en la NBA: altura, calidad, visión de juego... Pero cuando llegó a la liga también le acompañaban la depresión y estrés derivados de la muerte de dos amigos de la infancia y de su abuela, el soporte económico de su familia. Ahora su madre, su abuelo y dos de sus hermanos pasaban a depender de él, lo que empezó a derivar en una ansiedad que mitigaba con la comida.
En su primera temporada en la liga (9,2 puntos y 4,7 rebotes con un 45% de acierto en tiros de campo) Williams demostró que tenía hueco en la élite y confirmó esa tendencia durante los dos cursos siguientes (13,7 puntos y siete rebotes en su tercera campaña), haciendo que su nombre sonara incluso para formar parte del All Star de la NBA. Sin embargo, a pesar de sus buenas actuaciones en cancha, el jugador de los Bullets empezaba a demostrar sus problemas con la báscula, aunque siempre controladas.
Williams se había asentado como uno de los mejores interiores de la liga y en su cuarta campaña iba directo al Partido de las Estrellas como demostraban sus 18,2 puntos y 7,6 rebotes. Sin embargo, cuando apenas había disputado 18 partidos de liga regular, su rodilla dijo basta tras romperse totalmente el ligamento colateral medio y parcialmente el ligamento cruzado. Una lesión que sería el principio del fin para un Williams que no logró superar el bache.
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— The Steven Daws Podcast Fri Apr 02 07:02:28 +0000 2021
Sin baloncesto Williams comenzó a refugiarse en la comida. Una cueva en la que terminó escondiéndose por completo cuando su padre sufrió un infarto Un episodio que provocó que Williams dejase de atender a la rehabilitación. Así, cuando volvió al centro de entrenamiento de los Bullets su peso se situaba por encima de los 127 kilos. Un peso del que ya no bajó a pesar de los bonus económicos (200.000 dólares) que el equipo puso encima de la mesa como incentivo para ayudarle a adelgazar.
En la temporada 90-91 Williams apenas disputó 33 partidos con los Bullets en los que cada vez le costaba más saltar y correr la cancha. Y todavía quedaba lo peor.
Williams apareció en el campus de entrenamiento del equipo capitalino con un peso por encima de los 137 kilos. Demasiado para los Bullets, que decidieron suspender al jugador durante toda la temporada en una medida única en la historia de la NBA. Los Bullets le pusieron el límite en 118, una cifra a la que nunca que llegó y que provocó su salida rumbo a los Clippers después de que el representante del jugador pidiera el traspaso e incluso amenazase al equipo con llevarlo a los tribunales.
Tras su salida de Washington pasó dos temporadas en Los Ángeles antes de hacer las maletas y poner rumbo a los Pacers, donde disputó sus últimos 34 partidos en su carrera NBA.
A pesar de que el físico no le acompañaba Williams mantenía su clase intacta y su baloncesto convenció a la directiva y el cuerpo técnico del Covirán Granada, donde pronto se convirtió en uno de los preferidos de la afición. Tras una temporada en tierra nazarí, probó suerte en el TDK Manresa antes de recalar durante dos temporadas en Valladolid, donde mostró su mejor cara en España.
Cambió Pucela por Alicante, donde apenas pudo disputar un partido por lesión y terminó su carrera deportiva en el Ciudad de Huelva, donde colgó las botas con 38 años y la sombra de la duda sobre sus anchas espaldas. ¿Hasta dónde habría llegado con un físico más cuidado?
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