Un gol de taco en la cancha del eterno rival en 2004 hizo que empezara a meterse en el corazón del hincha de Tigre, y 112 tantos, cuatro etapas y una estrella en la primera A después, Carlos Luna se retiró del club en enero de este año. Y del fútbol, en puntas de pie. El Chino, nacido en Piquillín, un pueblito cordobés de mil habitantes, criado sin padre y portando orgulloso el apellido de la madre, nunca fue un dechado de virtudes técnicas, pero con perseverancia y ayuda psicológica pudo creérsela y jugar en Europa y en dos grandes de la Argentina y transformarse en el segundo goleador histórico de Tigre.
De corazón sensible y lágrima fácil, cuenta que llora cada vez que va a un recital de su ídolo, La Mona Jiménez, y también cada vez que vuelve a su pueblo, y mientras duda entre dedicarse a la dirección técnica, a la dirección deportiva o a la política, por sus inclinaciones sociales, ofrece una mirada profunda y crítica sobre el ambiente del fútbol en estas 100 respuestas para LA NACION.
1. –¿Qué es la idolatría para vos, Chino?
–Uffff, no sé [piensa]. Mi ídolo es la Mona Jiménez, por ejemplo. Tengo un tatuaje de él y cada vez que voy a verlo cantar es como que me explota algo en el pecho, no sé cómo explicar lo que siento por el tipo, debe ser parecido a lo que siente un hincha al entrar a la cancha para alentar a su equipo. Y no es que quiero ser como él, quiero escucharlo cantar siempre, quiero ir a sus bailes siempre, eso es.
2. –¿Pudiste conocerlo?
–La primera vez que lo saludé fue a los 17 años: me subí al escenario en la sociedad Belgrano, en Córdoba, ya estaba en las inferiores de Deportivo Español. Fuimos con todo el grupo de amigos de mi pueblo, y en un momento me trepé al escenario para darle un abrazo, justo la Mona se había ido a un costado a tomar agua, y a mí me corrían los de seguridad por el escenario, ja, ja, yo iba tirando los parlantes mientras trataba de que no me agarraran, hasta que el loco me vio y me abrió los brazos. Y ahí fui. “Bien, pendejo, bien”, me dijo mientras me abrazaba. “Te amo, Mona”, llegué a decirle yo.
3. –¿Ya como futbolista reconocido volviste a verlo?
–Sí, claro, cada vez que estoy en Piquillín, si toca en Córdoba, vamos con mis amigos a Sargento Cabral y nos ponemos siempre en el mismo lugar, con gente grande de sesenta años, que lo van a ver desde hace mucho. Cada vez que me ve, la Mona me hace buscar y charlamos. Una vez me sorprendió: subíamos al escenario por una escalera de atrás y de golpe se apoyó en mí y me dijo: “Ayudame a subir que no puedo caminar”. Claro, es un tipo grande, tiene 70 pirulos. Lo llevaba medio a la rastra, de golpe arrancó la música y el tipo empezó a bailar como si nada, no se puede creer. Dije: “La pasión que tiene este hijo de puta por lo que hace que lo hace cambiar en un minuto”.
4. –¿Cuándo y por qué te hiciste el tatuaje?
–En 2015, ya hacía tiempo me lo quería hacer, nos quedamos sin clasificar a la Sudamericana con Alfaro, y estaba muy triste, quería dejar de jugar. Justo vino una chica de Estados Unidos, conocida de un amigo, me dijeron que tatuaba y me mandé. Le pedí que me tatuara la cara de la Mona y un pasaje de El Bohemio, uno de los temas: “Si Dios me diera la oportunidad de volver a nacer haría lo mismo que hice desde el día que mi vieja me parió”. Y entonces me dije: ¿por qué voy a dejar de jugar si es lo mío, y yo haría lo mismo que hice desde que mi vieja me parió? Y al final seguí jugando casi 6 años más, mirá vos (risas). Elegí esa letra porque me representa, aunque el tema que más me gusta es “Tinta China”, me quedó marcado desde que era chico, lo escuchaba los domingos en el programa que tenía en la radio.
5. –Explicá para quienes no lo conocemos tanto: ¿qué representa la Mona Jiménez?
–A ver… (piensa) la Mona siempre fue quien nos dio felicidad a través de una canción a todos aquellos que teníamos un poco de carencias en la vida. El loco le canta al laburante, a la prostituta, al amigo, al caravanero, al que sale de joda pero no porque sí sino porque es la única forma de divertirse, ese es la Mona para nosotros los cordobeses. No tiene la voz de Frank Sinatra, ja, ja, pero a nosotros nos gusta que cante así. Cuando voy a verlo, empiezan a tocar y me pongo a llorar. Hay una energía ahí adentro que no la podés explicar, explotás, a mí por lo menos me pasa eso por dentro, y veo a tipos grandes, de 60 o 70 años que lo van a ver todos los fines de semana y se emocionan mucho.
6. –Te pregunté qué era la idolatría. ¿Cómo llevaste vos ser ídolo de Tigre? ¿Lo sentiste como una mochila?
–A los que me dicen que yo soy su ídolo, les contesto: “Vos tenés que tener como ídolo a Messi, bo...”, ja, ja. Me cuesta aceptar la palabra “ídolo”. No me creo ídolo de nadie, aunque obviamente siempre me sentí muy querido por la gente de Tigre. Nunca fue una mochila para mí, sino todo lo contrario, lo tomé como algo a favor, sentía que no les podía fallar, que tenía que hacer más goles para que el equipo ganara. Sentía el cariño y no quería perderlo y eso me motivaba más y me llevaba a esforzarme más. ¡Y no lo digo para vender humo, eh te lo juro por Dios que es así! (risas).
7. –Lionel Chino Luna Saavedra.
–Uhhh, pobre pibe, espero que ya le hayan cambiado el nombre (risas), me siento un poco culpable. La verdad es que han pasado muchas cosas loquísimas en estos años con la gente de Tigre, me escribe gente que le pusieron a sus hijas Luna, Victoria o Giovanna, por la cancha. Una pareja grabó “Chino Luna” en los anillos de casamiento porque se conocieron festejando un gol mío. También hay tatuajes. La gente está loca.
8. –¿Quién es Carlos Ariel Luna?
–Un chico de pueblo que tenía la ilusión de ser futbolista y que debió laburar mucho para conseguirlo. Fue gratificante ese camino, y lo haría de nuevo. Como futbolista no fui talentoso, pero sí perseverante, cabeza dura y trabajador. Tuve esa virtud. Y también tenía suerte para meter goles: a veces estaba parado en un córner y pensaba “la pelota va a caer acá”, y caía nomás.
9. –Gritan “Carlos”. ¿Te das vuelta?
–No, nadie me llama así. En mi pueblo, la gente que me conoce desde chico por ahí me dice “Carlitos”. El resto, Chino.
10. –¿Cuándo y por qué te pusieron “Chino”?
–De chicos jugábamos a la pelota o a la guerra. Con la pelota o con un palo que usábamos de revolver, no había otra cosa. Tenía 8 o 9 años y había una serie “NAM, primer pelotón”, de la guerra de Vietnam, y un día había llovido, yo estaba todo embarrado y uno dijo “parece un chino”. Y de ahí quedó. El que me puso el apodo es de Piquillín como yo, labura de portero en un edificio en la Capital, nos hablamos cada tanto.
11. –También el apodo podría haber sido “Oreja”.
–Ja, ja, me decían Oreja u Orejudo, me cargaban por el tamaño de mis orejas, pero nunca me molestó. Además, yo soy súper gracioso, de cargar a todos así que me la banco y me río de mí mismo sin problemas.
12. –¿A qué se dedican en tu familia?
–Tengo tres hermanos que son más chicos que yo: Claudio, Luis y Germán. Son laburantes, siguen viviendo en Piquillín, están en la construcción. Son unos fenómenos, buenos tipos: tienen muchos amigos, los quiere todo el mundo, eso es gratificante, es lo más importante. Norma, mi vieja, laburaba en una embotelladora de lavandina y cuando se quedó sin eso, empezó como empleada doméstica. Mi viejo nunca estuvo en mi vida, nos cuidaba mi abuela. Lo mejor que nos dio nuestra vieja fueron los valores: el laburo constante, levantarse temprano y meterle para adelante, aunque las cosas fueran difíciles. Eso es impagable. Nosotros éramos humildes, vivíamos en dos piecitas con mis hermanos, mi vieja, mi abuela y algún tío también. Siempre nos inculcó el camino correcto: ir a la escuela, la educación, no hacer nada raro…
13. –Con “dos piecitas”, ¿a qué te referís?
–A dos piecitas [risa]. Una funcionaba de cocina y en la otra dormíamos. El baño estaba al fondo, había que salir y te cagabas de frío. Ahí viví hasta mis 17 años, que me vine a Buenos Aires para jugar en Español. Mi obsesión era “hacerle la casa a mi vieja, hacerle la casa a mi vieja”, eso me repetía. Y pude cumplirlo. El que finalmente le hizo la casa, es mi amigo de la infancia con el que yo laburaba cuando tenía 12 o 13 años. Era su ayudante de albañilería. Cuando junté los mangos suficientes, le dije: “Hace todo nuevo, pero esas dos piecitas no las tires, porque quiero que siempre nos acordemos de dónde venimos”. Así que construyó todo atrás de las dos piecitas.
14. –¿Qué pasó con tu papá?
–Cuando mi vieja estaba embarazada se fue e hizo su vida. De hecho, el apellido Luna es de mi vieja. Nunca se me dio por conocerlo, y en algún momento que me lo crucé en el pueblo, no me movilizó nada. De pibe sentía la ausencia de un papá, era doloroso, sobre todo cuando iba a los actos y todos mis compañeros tenían a su mamá y a su papá y mi vieja venía sola, esas cosas sí me molestaban, sentía una especie de vergüenza, pero nunca tuve la necesidad de buscarlo. Tampoco sentí rencor después. Me apoyé mucho en mis tíos, que suplieron bastante a mi viejo.
15. –¿Pasaste muchas privaciones?
–Fui muy feliz en la infancia, quizás no con todas las necesidades cubiertas, por ahí iba y comía en el comedor del colegio, usábamos alguna ropa que nos regalaban, zapatillas viejas, pero nada extremo. Hambre no pasé. Fui feliz porque tenía a los amigos del barrio, a mis hermanos y mis primos, porque estábamos todo el día jugando a la pelota, y eso era lo que nos daba la felicidad plena.
16. –¿De qué laburaste?
–Desde los 12 años hacía changuitas de albañilería con mi amigo. Por suerte, al terminar el primario pude ir a un instituto pupilo y ahí comía bien. Era en la localidad de La Puerta, a unos 100 kilómetros de Piquillín: pasaba un colectivo que salía de Córdoba capital e iba levantando a los chicos en todos los pueblos, así que yo me subía los lunes a las 5 de la mañana y volvía los viernes a la noche. Me dejaban salir una vez por semana a entrenar, porque a los 13 años yo ya jugaba en Cultural de Arroyito, que está a unos 50 kilómetros de La Puerta.
17. –¿Cómo empezaste en el fútbol profesional?
–En el pueblo jugábamos en la calle todo el día, la pelota era el único juguete que teníamos. Calle de tierra, arquitos con ladrillos y dale… De ahí me vieron y me invitaron a jugar a Sol de Mayo, un equipo del pueblo, y de ahí me llevaron a Rivadavia de Río Primero, pueblo vecino a Piquillín, y después salté a Arroyito Cultural, en Arroyito, así fui escalando.
18. –¿Siempre fuiste delantero?
–Noooo, arranqué de arquero, porque uno de mis tíos era arquero, pero en un partido perdíamos 4–0 y me enojé, y le dije al Negro Jovo, nuestro técnico en Sol de Mayo: “No atajo más”. Me planté, siempre tuve personalidad, andaría por los 8 o 9 años. El Negro me mandó adelante, hice un gol, en el partido siguiente otro y listo, quedé arriba. Y cuando fui a Rivadavia ya jugué como delantero y salimos campeones. Cada vez que iba para mi pueblo era obligación juntarse con los muchachos de ese equipo de Río Primero para jugar un partido y comer un asado. Y nos seguimos viendo.
19. –¿Jugabas esos torneos por plata que se hacen en los pueblos?
–Sí, un día al equipo de mis tíos les faltaba uno y me llevaron, y así arranqué. Se hacían campeonatos nocturnos por plata, o por el lechón, después también salíamos los fines de semana a jugar a pueblitos vecinos, a parajes que tenían la cancha en el colegio. Yo tenía 13 años o 14 años y me enfrentaba con tipos mucho mayores y me la tenía que bancar, se juega fuerte, siempre hay alguno mamado por ahí. Más de una vez mis tíos se cagaron a trompadas porque a mí me pegaban y ellos saltaban a defenderme. Fue una etapa hermosa.
20. –¿No tenías miedo a las patadas?
–Miedo a las patadas nunca tuve. Esa experiencia me sirvió cuando empecé en Español, donde casi no hice inferiores, porque había aprendido a ser vivo con el cuerpo, a bancarme los choques. En esos partidos en los pueblos te marcan tipos grandes y malos, a mí me decían de atrás “pendejo de mierda, rajá para allá”, me pellizcaban, me agarraban de los pelos cuando el árbitro no miraba. En una época tenía pelo largo, ja ja.
21. –¿De qué club eras hincha de pibe?
–En mi familia, contando a mi vieja, sus nueve hermanos, primos y demás, somos más de 70. Y son todos hinchas de Belgrano, todos menos mis hermanos y yo, que salimos de Talleres. No me preguntes por qué pero nos hicimos de Talleres. Y eso que no teníamos tele, y mucho menos plata para ir a la cancha, así que escuchábamos los partidos por la radio. Ese tema me quedó pendiente: ir a la cancha con mis amigos o mis hermanos. Cuando jugaba, yo quería ser el Cachi Zelaya. También me encantaba Batistuta. Hubo alguna chance de jugar en Talleres hace unos años, pero yo ya era grande y tampoco quería ir a pasarla mal o que la pasaran mal mis hermanos, porque Córdoba es muy futbolera.
22. –¿De entrada tuviste facilidad para meter muchos goles?
–La verdad que sí. Barrera, el técnico de Arroyito, me decía: “Cabeceás muy bien, nunca vi un chico de esta zona cabecear así”. Cuando volví a entrenar a Español después de la quiebra, yo era el pibe de la pensión que había quedado y me llamaron para completar la práctica de Primera, y en un ejercicio de definición, Pachorra Smaldone le dijo al técnico Hilario Bravi: “A este lo vas a dejar con nosotros, me imagino, ¿no?”. Se ve que impresionaba esa característica del cabezazo. Por suerte no me volví a Piquillín en ese momento, porque ahí me empezaron a subir con la primera. Gran tipo Hilario Bravi.
23. –¿Por qué ibas a volver a Piquillín?
–Porque Español había quebrado y hubo que dejar la pensión. Los chicos que vivían así, casi se fueron para sus provincias, no tenían dónde parar. A mí me agarró Guillermo Correa, el encargado de la pensión, y me dijo: “Vos no te vas, vos venís a mi casa”. No sé por qué, nunca se lo pregunté, de hecho hoy es mi amigo y nos vemos seguido. Se ve que le caí bien en ese momento, la cuestión es que me llevó a vivir a su casa, en los monoblocks de Villa Soldati. Ahí vivía con la mujer, el hijo, dos hermanos y la mamá, eran seis personas en un departamento, no era un cinco ambientes, no les sobraba nada. Guillermo me dio una gran enseñanza de lo que es la generosidad. Después, yo me colaba en el premetro para ir a entrenarme al club. Y en ese momento me cayó la oportunidad de subir a la Primera.
24. –¿Cómo habías llegado a Español?
–Yo jugaba en el pueblo y en clubes de la zona y tenía claro que quería ser futbolista. Fui a una prueba que hacía Ferro en Río Tercero, me hicieron jugar 10 minutos, metí dos goles de cabeza y pasé ese filtro. Tenía que venir a probarme a Buenos Aires, me mandaron a Ferro pero como no tenía la pensión, me probé en Español y quedé ahí. Arranqué en el comienzo del 99.
25. –Zona brava la de Español para vivir.
–Sí, ahora está más tranquilo. Teníamos mucho miedo a salir de noche, estaba el parque Indoamericano, había que atravesar un callejón con chiques (risas), era complicado.
26. –¿Qué te genera ver cómo se cayó a pique ese club?
–Uhhh, mucha tristeza. Siempre mantuve el contacto con gente de Español. Los fines de semana se llenaba con familias, había unas piletas impresionantes, gimnasio de básquet, de hockey sobre patines, un club divino lleno de vida, y de un día para el otro se fue todo al diablo. Quebró, le quitaron la mitad del club y aunque esa parte ya no la va a recuperar espero que pueda resurgir. Futbolísticamente no está en su mejor momento, pero hablo con la gente que tiene las escuelitas de infantiles y con los profes, y están muy ilusionados en poder sostenerlo. Hoy, igual, si los clubes no tienen una ayuda política o un gerenciamiento, se hace muy complicado.
27. –Fuiste lavacopas en esa época, ¿puede ser?
–Cuando vivía en la pensión. Los gallegos se juntaban en el bar de enfrente a comer, una comunidad hermosa, muy grande, y para hacer unos manguitos, el dueño de la pensión nos daba laburo de lavacopas en el restaurante. El tipo preguntaba “¿quién viene mañana?” y yo siempre levantaba la mano. Era poca plata, pero nos servía, y de paso aprovechábamos para comer bien. La comida en la pensión no era la que hubiera recomendado un nutricionista para chicos de inferiores, pero hacíamos lo que se podía, tampoco había demasiados recursos en ese momento. Había una familia que aportaba los fideos y nos tomábamos el 114 para ir a buscarlos, o los mismos gallegos que iban los fines de semana al club nos dejaban la comida que les sobraba. Llegamos a ser unos 20 en la pensión, debajo de la platea.
28. –En Español fuiste campeón de la B Metro.
–Así es, ascendimos al Nacional B en la cancha de Ferro en 2002, metí algunos goles importantes en esa campaña, me vio Caruso Lombardi y me pidió para All Boys. Ricardo sabía de todos los jugadores, pero me acuerdo que cuando llegué a la pretemporada, vino a verme a la habitación y me dijo: “¿Vos sos Luna? ¡Pensé que eras más alto! Sos una cagadita”, ja ja. En All Boys metí 17 goles, y cuando Ricardo se fue a Tigre, me llevó. Yo no estaba muy convencido de ir a Tigre, me contaban que era un club bravo pero Cacho Recassens, mi representante de siempre, casi un padre para mí, me convenció: “Mirá que si te va bien, es un club hermoso, sólo le faltan éxitos”. Tenía otras posibilidades en el Nacional B, pero nos vinimos para Tigre… por suerte (risas).
29. –Caruso apostó por vos, pero también es picante, ¿tuviste cruces con él?
–Ricardo te dice las cosas en la cara, no tiene problemas, pero a la vez permite que vos se las digas. He tenido alguna charla fuerte con él, más que nada en su segunda etapa en Tigre, pero siempre con respeto. Hoy lo veo y todo bien, me cago de risa, es imposible no reírte con Caruso.
30. –¿El gol de taco a Platense para ganar el primer campeonato con Tigre hizo que empezaras a convertirte en ídolo?
–Fue muy importante porque Tigre no había ganado nunca en esa cancha, y si Platense nos ganaba, nos pasaba en la tabla y chau campeonato. Teníamos un equipazo y el gol, la verdad, fue de ojete (risas): me iba cayendo, con el Negro Banegas encima, no sabía si el árbitro iba a cobrar penal, la pelota me quedó atrás y tiré el taco. El arquero no la esperaba. Encima metí el gol y tenía a toda la gente de Tigre de frente, en una tribuna explotada, con mucha más gente de la permitida, fue una locura total. En la previa nos habían cagado a pedradas el colectivo y tuvimos que entrar por atrás y caminando entre la gente de Tigre por la popular.
El histórico gol de taco a Platense y Tigre campeón
31. –Lo recreaste alguna vez, ¿no?
–Un par de veces lo hicimos en la plaza de San Fernando, querían emular el festejo del gol de Poy a Newell’s. Se juntaron los hinchas, uno relataba, otro lanzaba la pelota, yo tiraba el taco en un arquito chiquito y todos terminábamos festejando, ja ja, fue divertido.
32. –¿Cuál era la clave de ese Tigre bicampeón en la B Metro?
–Que hizo más puntos que el Chelsea, ja, ja, como dijo Caruso. Éramos muy compañeros, teníamos un grupo increíble, muy buena gente, con mucha hambre. Diego Castaño y Chimi Blengio, gente con muchísimas ganas de jugar en Primera y que laburaban como locos. Éramos muy unidos y teníamos a Caruso, el mejor entrenador de la categoría.
33. –Vos viste desde adentro un crecimiento impresionante del club.
–Cuando llegué había alambres de púa en las tribunas y cuando me fui estaban los blindex, era otra cosa. Había temor de irse a la C, no había un peso. Obviamente es clave que alguien ayude para tener más recursos, y por esos años había entrado Sergio (Massa) al club. Al principio llovía adentro del vestuario, Cachito y Rolo, los utileros, tenían que poner baldes; Castaño, que era alto, tenía que entrar agachado porque se chocaba con el techo de lata que había debajo de la tribuna. Ese tipo de cosas también te hacen fuerte, te impulsan a mejorar. Fue espectacular haber crecido desde ese punto, hacer algo para que quede en la memoria, que un grupo de gente lograra trascender, es lo que buscamos todos en algún punto.
34. –Ahí ya percibiste que Tigre podía ser tu lugar en el mundo.
–Yo quería jugar en la A. El día que le ganamos a Platense festejaba, y al mismo tiempo sentía un alivio, como diciendo “logré el primer objetivo”. Faltaba la otra parte. Cuando llegué, no iba mucha gente a la cancha, estaba desesperanzada y era lógico. Cuando se empezaron a dar las cosas, la gente acompañó y reventó la cancha. Jugar con las tribunas llenas todos los sábados era espectacular y hoy es increíble ver todo lo que logró como institución. Yo me meto seguido por los barrios, y veo a muchos chicos con camisetas o bucitos de Tigre, eso es impagable.
35. –De Tigre te fuiste a Racing.
–Llegué con mi Fiat Uno, lo estacioné en el playón, y al rato empezaron a caer los Audi, los BMW, la puta madre, lo mal que me sentí... A los pocos días fui a cambiar el auto, me compré un Mercedes Clase A, el más baratito, pero al menos era un Mercedes. Ojo: nadie me había dicho nada, sólo traté de estar un poquito a la altura (risas).
36. –¿El ambiente del fútbol te mide por el estatus?
–Es un poco así, de fijarse en el auto que tenés, en la pilcha que usás. Es un error, eh, y ahí es cuando te tienen que aconsejar los más grandes, o los entrenadores de inferiores, que primero te compres el departamentito antes que el auto. Ese debería ser el mensaje a los pibes que empiezan a ganar un mango porque después es una realidad que la guita se te va. Tuve muchísimos compañeros que hicieron guita y por boludear, o por no tener a nadie que le dijera cómo era la realidad, terminaron muy mal.
37. –A vos te pasó: llegaste a Racing y cambiaste el auto.
–Pero a la vez yo ahorraba para hacerle la casa a mi vieja. Siempre separaba algo del sueldo para la casa, siempre fui muy ordenado con la plata. En el ambiente del fútbol hay muchos amigos del campeón que le hacen mal a los pibes, que los aconsejan mal. Son peligrosos. Los llevan a gastar la guita en el auto importado O km, a irse de vacaciones a Miami, a salir a comer todos los días afuera, y no es así. He visto a muchos representantes que los llevan por ese camino, que les bajan un discurso de “si no tenés esto o si no hacés esto, no existis” y no está bueno. Yo prefiero chicos humildes que manejen otros valores. Y otros autos.
38. –¿Por qué te fue mal en Racing?
–Eran épocas turbulentas, con cambio de entrenadores y yo tenía muchas falencias para jugar rápido, como se tiene que jugar en Primera, esa es la verdad. Recién en la segunda parte, con el Cholo (Simeone) de técnico me sentí mejor. Me costaba muchísimo al principio jugar a uno o dos toques y estar bien perfilado. En el ascenso tenía más tiempo y si controlaba mal, lo suplía con un choque, ponía el cuerpo, y listo. Acá no, acá controlaba mal y me la choreaban. Metí un gol en un año, me tuve que ir, pero apenas me fui me propuse volver a jugar en un club grande. Y lo logré.
39. –¿Cómo era ese Simeone que empezaba como DT?
–Primero lo tuve unos meses de compañero y después, de un día para el otro, cambió el chip y pasó a ser entrenador, en el fondo ya lo era de antes, lo llevaba adentro. Como compañero, apenas empezó la pretemporada me dijo: “Vos vas a concentrar conmigo”. Se ve que le caí bien, yo tenía un miedo (risas)… En las prácticas me dio algunos consejos, que no pateara siempre fuerte al arco, que si la tocaba a un costado también valía. Y en la habitación hablaba todo el tiempo de fútbol, de Bielsa, de Arrigo Sacchi, de todos, yo no entendía nada, ja ja. Como técnico ya mostraba la intensidad que se le ve ahora, el Profe Ortega me quería, se cagaba de risa, porque yo contaba chistes.
40. –La confianza es muy importante en el futbolista, pero imagino que mucho más para el arquero y para el goleador, ¿o no?
–Sin dudas. En un punto, necesitás meter un gol a veces para creértela. Es clave el aspecto psicológico, para bien y para mal, pienso que se tendría que trabajar más en el fútbol. Cuando yo sentía que estaba en mi momento, podía hacer cualquier cosa y le pegara con lo que le pegara, era gol. Y la contraria también: se me cerraba el arco y no había nada que hacerle. De grande aprendí a tranquilizarme en esos momentos, por ahí tenía un mano a mano y no me volvía loco: venía un compañero al costado, se la daba, el compañero metía el gol y me aliviaba, había tomado una buena decisión. Esas cosas te fortalecen. Al menos me pasó ya de más grande.
41. –Condiciones técnicas, físicas, carácter. ¿Qué lugar ocupa la cabeza en el futbolista?
–Es de las más importantes, para mí, ese pensamiento positivo de creértela en el buen sentido. Yo aprendí a creérmela un poco tarde. En 2008 o 2009, decía “acá el que hace los goles soy yo”, me lo decía a mí mismo, hablaba solo, y se daba. Por ese tiempo empecé a ir al psicólogo, pero por mi cuenta, no en el club. Y después hice un trabajo con Andrea, una coaching que me ayudó muchísimo.
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— mia Sat Nov 18 01:38:46 +0000 2017
42. –¿Cómo te ayudó?
–Con ejercicios, trabajos, charlas... Por ahí le hablaba al espejo o escribía lo que quería hacer y trabajaba sobre eso. En el fondo, son todas herramientas que te ayudan a creer en vos. Cuando pisás los 30 años y empezás a ver que se acerca el final, ese también es un tema, ¿viste? Yo empecé a trabajar con estas cosas después de que me fuera mal en Racing y en Quilmes, sentía que no encajaba. Y me hizo muy bien.
43. –¿El goleador nace o se hace?
–Creo que traemos muchas cosas, pero también es muy importante el trabajo. Si vos no trabajás sobre lo que tenés innato, es lo mismo que nada. Debe ser que yo traía alguna facilidad para meter goles, pero tuve que perfeccionarme mucho.
44. –¿Cuál es el abecé del goleador?
–La ubicación. Si mirás mis goles, la mayoría fueron a uno o dos toques, nunca fui de agarrar y pasar a cuatro, no tenía esa habilidad o esa potencia. Entonces tenía que saber dónde ubicarme.
45. –El mejor goleador que viste.
–Yo crecí mirando y admirando a Batistuta. Debe haber otro, pero yo me quedo con el Bati. De cualquier pelotazo que le caía te armaba un gol, me hubiese encantado patear así de fuerte (risas).
46. –¿Cómo apareciste en Elche después de tus malas experiencias en Racing y Quilmes?
–Me consiguió esa chance Cacho Recassens, mi representante. Ahí nos hicimos amigos con Willy Caballero, también estaba el uruguayo Coelho, jugadorazo de Selección. Estábamos en segunda y no pudimos ascender, pero fue una linda experiencia. Mis hijos quieren ir a conocer a donde jugué, teníamos planeado un viaje a España, pero con todo esto, se cayó.
47. –¿Qué aprendiste en Europa?
–Tuve la suerte de que me agarró el ayudante del entrenador y se preocupó por mejorarme. Claudio Barragán se llama. Yo jugaba bastante a lo indio, y él se quedaba conmigo fuera de hora para que aprendiera a recibir perfilado, a hacer mejor los controles, cosas que nunca me habían dicho, o quizás me lo habían dicho y nunca lo entendí. “Ey, chaval, venga acá”, me decía al terminar las prácticas y yo re contento de que un entrenador me diera esa bola, que quisiera ayudarme. Cuando volví a Tigre en 2008 noté la diferencia.
48. –¿Por qué te quedaste solo un año?
–Había ido a préstamo, el Elche me tenía que comprar y la opción era medio alta, así que volví a Tigre, que había ascendido a Primera con Diego Cagna. Empecé jugando, después salí, volví, y llegamos a ese triangular final con San Lorenzo y Boca que se nos escapó por muy poquito.
49. –En ese triangular le ganaron por 1-0 en el último partido a Boca, que salió campeón. Si metían unos más, los campeones eran ustedes...
–Nos quedamos en la puerta, quizás nos faltó animarnos un poco más. Más allá de que fue un campañón y pusimos en jaque a Boca, para mí fue muy doloroso; yo quería salir campeón. El equipo venía haciendo una campaña espectacular, habíamos dado vuelta un 0–2 contra Central en Rosario, pero fallamos en el primer partido del triangular con San Lorenzo, que perdimos 2–1. Ahí estuvimos medio fríos. A Boca le ganamos el 23 de diciembre, nos fuimos todos a Piquillín para las fiestas y yo seguía colgado pensando en ese partido…
50. –Jugaste en Liga, de Quito. ¿Se siente la altura o es mito?
–¡Qué mito ni mito! ¡Claro que se siente! En los tres primeros meses no me podía adaptar y el Patón (Bauza) me hacía jugar un partido sí y uno no. Son dos cosas las que joden en la altura: una es que hacés el esfuerzo y tardás en recuperarte para hacer el siguiente esfuerzo. Te duele la cabeza, no es fácil. Y la otra es el tema de la pelota: de verdad va más rápido y no agarra la comba, cuesta controlarla.
51. –¿Cómo te llevaste con Bauza?
–El Patón fue uno de los mejores entrenadores que tuve. Por la forma de hablarte, de hacértela creer, por su personalidad, es un tipo que pasaba caminando y todos se callaban, inspiraba ese respeto. Un día, en una práctica, se me iba larga la pelota, todavía no le tenía el tiempo. “¡Chinoooo, el control, Chino, el control, después te enojás si no te pongo!”, ja ja, qué fenómeno. Liga es un hermoso club, competíamos por Sudamericana, Libertadores, fuimos a Japón, ganamos un par de títulos, un club muy ordenado.
52. –¿Por qué te fuiste, entonces?
–Mis hijos la pasaron mal: los mellizos tenían siete meses y hubo que internarlos por el tema del oxígeno y del clima. Salía uno del hospital y entraba el otro. Yo tenía que ir a jugar a Uruguay o Argentina y tenía a mis hijos internados, era feo, y cuando vi que Tigre tenía que luchar por salvarse del descenso, dije: “vamos para allá”.
53. –Volviste al club para algo casi imposible.
–Necesitaba ver si yo estaba preparado también para un desafío así. “Vos estás loco”, me decía Bauza, que es un tipo súper compañero del jugador y con el que podías hablar. En ese momento había un club de Turquía interesado. “Me decís Turquía, ándate, está bien, pero cómo vas a ir a Tigre a pelear por el descenso, ¿vos viste los puntos que tiene?”, me decía el Patón, ja, ja. Y sí, estábamos como 20 puntos abajo, era casi imposible.
54. –Qué duro debe de ser pelear por no descender.
–Es muy estresante. En nuestro caso ganábamos y ganábamos, pero seguíamos en descenso directo, recién al final vimos la posibilidad de entrar en la Promoción. Por suerte coincidió con que Banfield hizo una mala campaña, teníamos un equipazo.
55. –En la última fecha podían ir a la promoción o salir campeones y terminaron 2–2 con Independiente. ¿Estaban contentos por zafar o tristes porque se les escapó el título?
–Yo estaba retriste, Independiente venía mal pero no dejaba de ser un equipo grande. Perdíamos 2–1, empatamos y ahí había algunos que decíamos “vamos para adelante a ver si ganamos y salimos campeones” y otros decían “no, esperemos, cuidémonos a ver si nos embocan y terminamos en la Promoción”. No nos poníamos de acuerdo nosotros en el campo de juego, el Vasco (Arruabarrena), un tipazo, quería que nos cuidemos, los delanteros con Cachete (Morales) queríamos ir al frente, viste cómo somos los de arriba. Estábamos a las puteadas ahí adentro, indecisos.
56. –El rumor era que Grondona había ordenado que Arsenal saliera campeón y Tigre zafara del descenso. ¿Hubo algo?
–Nah, se hablan tantas cosas… A nosotros nunca nos dijeron “quédense tranquilos que van a empatar y zafar de la Promoción”. Al contrario, íbamos perdiendo 2–1 y la pasábamos mal. El dirigente te va a decir “yo arreglé esto”, el otro le dirá lo mismo a los del otro equipo, todo para quedar bien, son mentiras…
57. –¿En la cancha no hablaban con los jugadores de Independiente?
–Sí, sí, eso sí se da. Los reputeábamos a los de Independiente: “Hijos de puta, no ganaron un partido en todo el año y lo quieren ganar justo ahora, déjense de joder”. Esas cosas se hablan entre jugadores por la desesperación del momento.
58. –¿Qué fue lo que más te llamó la atención de jugar en River?
–Que hablen todo el tiempo en los medios, igual que de Boca, eso se torna un poco pesado. Uno representa a todas las instituciones todo el tiempo, pero en estos clubes tenés la lupa encima a toda hora, entonces hay que ser muy cuidadoso. Ese de River fue uno de los mejores grupos que integré, habíamos llegado varios al mismo tiempo: Barovero, Mercado, Botinelli, Vangioni, el Chino Rojas…
59. –¿Qué evaluación hacés de tu paso por River?
–Por lo pronto me saqué la espina de Racing, me fue mejor. El primer semestre, con Almeyda, no jugué tanto, pero en el segundo, con Ramón, lo hice más y metí seis goles, creo. De hecho, me podría haber quedado, Ramón no quería que me fuera, pero venía Teo Gutiérrez y me imaginé que no iba a tener muchas chances, entonces preferí irme a Central. “¿A dónde vas a ir, Facha?”, me jodía Ramón, me decía Facha, ja ja.
60. –Por lo menos jugaste un superclásico.
–Cinco minutos en Córdoba, en uno de verano que ganamos 2-0 con goles de Mora y Trezeguet, y cinco minutos en la Bombonera, el día en que Ramón hizo con el dedito que no había descendido, ja ja. Un genio Ramón. En ese momento yo venía con una racha buena de entrar y meterla, y por adentro decía: “Una sola quiero tener, una sola”, pero no la tuve. Era muy poco tiempo.
61. –¿Y el clásico rosarino?
–Estuve en dos, uno como titular. Fue el año en que Central volvió a Primera y ganamos los dos. En un clásico metí un pase gol y ganamos 2–1, fue un pase medio de palomita, así que después jodieron con la palomita de Poy. De lo que estoy seguro es que no hay clásico más bravo que el de Newell’s–Central. Ahí están totalmente locos, es un Boca–River pero comprimido en una ciudad y son muy pasionales.
62. –¿Te costó mucho dar el peso en tu carrera?
–Nunca, para nada, pero no sos el primero que me lo pregunta, ¿parezco gordo, che?
63. –¿A qué se debe el festejo de gol sacando la lengua?
–Nació con Gonzalo González, un compañero que tenía en Tigre, hacíamos juegos, nos cargábamos y me salió hacer eso. Entré en racha y quedó como cábala.
64– ¿Por qué decidiste pelarte?
–Cuando ascendimos con Español me rapé, era cómodo, sentía que cabeceaba más fuerte, y quedó. En la pandemia me dejé crecer el pelo… ¡y ojo que me quedaba bien, eh!
65. –¿Tus hijos te creen que le hiciste tres goles en un partido al Boca de Palermo y Riquelme?
–Mateo y Tobías, los mellizos, son futboleros, tienen 11 años, y Vitto tiene 3, la gente de por acá sabe quiénes son, entonces los saludan, por ahí van a un lugar y no les cobran, les mandan regalos, no sé si entenderán. Ese año de los goles a Boca venía afilado y ellos no venían tan bien. De hecho, cuando me presentaron en Liga de Quito lo hicieron diciendo que era el que le había metido tres goles a Boca en un partido, ja ja, robé un poquito con eso (risas). Cuando terminó el partido que ganamos 3–0, en la nota me preguntaron si había pedido una camiseta y dije que me hubiera gustado tener la de Palermo, pero que no me había animado a pedírsela. Al otro día, un productor de TyC Sports me puso en contacto con Martín y me dijo: “Mirá que te voy a mandar la camiseta así que mandame la tuya, disfrutá mucho, te felicito”. Un fenómeno.
66. –¿Te incentivaron alguna vez?
–Sí, es muy común en el fútbol. Siempre dije lo mismo: si vos me querés pagar para ganar, pagame, yo ya cobro un sueldo y voy a querer ganar igual. Esa plata siempre se cobra, es parte de los códigos. Para ir para atrás nunca me ofrecieron.
67. –¿A Maradona lo conociste?
–No, y es algo que me quedó pendiente. Me hubiese encantado, para agradecerle. El tipo nos enseñó a nosotros, los que teníamos ese juguete único que era la pelota, que se podía ser feliz y se podía mejorar nuestra vida y la de nuestra gente a través de ese juguete único. El día que murió Diego estaba almorzando en casa viendo la tele y me largué a llorar. Y mis hijos se largaron a llorar al verme así. Y después me encerré en mi habitación y lloré todo el día. Ese tipo es lo que nosotros quisimos ser siempre.
68. –¿Con Messi pudiste compartir algún diálogo?
–Tampoco. Ese chico también es grandioso. Lloré apenas terminó el partido en Brasil y fueron todos los compañeros a abrazarlo, noooo, déjate de joder (se le ponen rojos los ojos, se emociona), lo merecía Leo, eran muchos años en la selección y cuatro finales perdidas. Escucho a muchos decir que Messi ahora se cree líder. No, un tipo de esos es líder siempre, es imposible que no lo sea.
69. ¿Maradona o Messi?
–Son épocas distintas, para mí hoy es más difícil destacarse, hay menos espacios, todos te conocen mejor porque se ve todo en todo el mundo, pero el tipo lo hace igual. Lleva 15 años allá arriba, estadísticamente es un animal, no hay con qué darle. Si me apurás elijo a Messi, pero también está el tema emocional, y los argentinos adoramos a Maradona porque ganó un Mundial y porque es el rebelde, y todos los argentinos tenemos algo de esa rebeldía.
70. –¿Qué te parece esta selección de Scaloni?
–Me gusta mucho. Aunque no haya dirigido nada antes, Scaloni es un chico muy preparado y está bien rodeado. Aimar, Ayala y Samuel no son improvisados, tienen una gran carrera hecha, mucha Selección encima, no están al azar. Eligió bien a los jugadores y supo llevar al grupo. Se notó desde afuera que el grupo estaba muy unido y fuerte, y eso es muy importante.
71. –¿De Tigre te fuiste o te fueron?
–Yo tenía contrato hasta junio de 2021, pero venía pasándola mal desde hacía un tiempo. Desde que salimos campeones, en Córdoba, contra Boca, la venía pasando mal, en realidad. Yo tendría que haberme ido en ese momento, pero me quedé porque seguía Pipo (Gorosito) y la habíamos pasado bien, y nos convenció para que nos quedáramos todos. Ese era un grupo ganador, pensábamos que íbamos a volver rápido a la A, pero no nos salieron las cosas, Pipo se fue y la pasé cada vez peor.
72. –¿Qué era pasarla mal?
–Estaba fastidioso, me enojaba todo el tiempo, los resultados no se daban, veía que se iba todo a la mierda y que no lograríamos volver rápido, y encima erré el penal en el reducido en la cancha de Estudiantes contra San Martín de San Juan, quedamos eliminados y dije: “Listo, acá se terminó”. Fue justo el día de mi cumpleaños, el 17 de enero de 2021.
73. –Ese día tomaste la decisión de irte, entonces.
–Sí, porque ya venía acumulando. Saludé a todos mis compañeros y a los que más relación tenía les pedí disculpas por el penal errado, a los utileros también. Les dije “ya está”, me sentía re mal, aunque me quedaran cinco meses más de contrato. Eso es lo que pasó. También es real que con la dirigencia tenía una relación especial, yo sentía que podría haber sido mejor después de todo la historia que tenía en el club.
74. –Pero ahí no anunciaste públicamente que te ibas.
–Me fui una semana a Piquillín, jugaba a la pelota con mis hermanos y amigos a ver si me volvía el deseo, me guardaba una última opción. Durante mi carrera, siempre que me iba de vacaciones, a la semana ya quería volver para entrenarme y ahora no me pasó, no tenía ganas, entonces me convencí de que era el final. El día que tenía que volver al entrenamiento no me quería levantar de la cama, sentí una angustia que nunca había sentido antes, me dolía el pecho. Vino Agustín Cardozo, un pibe genial que siempre pasaba por casa para ir juntos a entrenar, preparaba el mate, pero no me daban ganas de ir. Al final fui para hablar con Diego Martínez.
75. –¿Cómo fue esa charla con Martínez?
–Bien, yo ya sabía que el entrenador no me iba a tener en cuenta, ya venía jugando poco, y nadie del club tampoco me habló para que siguiera. Diego me dijo que tenía pensado darle oportunidades a Enzo Díaz, también se quedaba Pablo (Magnín) y le dije: “Yo no puedo más, quizás este era el empujón que necesitaba”. Con Diego tengo buena relación, habíamos sido compañeros en All Boys, incluso hace unos años lo había recomendado con el presidente de Tigre.
76. –Entonces fue una decisión tuya.
–Yo estaba saturado, la venía pasando mal, como te conté, pero creo que se podría haber hecho de otra manera, nos equivocamos todos quizás, se podría haber hecho de un modo más sano. Me faltaban tres goles para el récord histórico y pienso “los podría haber hecho este semestre”, yo qué sé. Hoy no extraño, no me arrepentí, de hecho miro todos los partidos de Tigre y no me dan ganas de volver. Algunas veces los chicos del plantel me dicen “viejo, hacete un asado” y lo hago y vienen algunos a comer.
77. –¿Vos decís que si la dirigencia te hubieran insistido un poco, quizás te quedabas cinco meses más para cumplir el contrato y alcanzar el récord?
–Y… bueno, de hecho en otro momento me había quedado porque el equipo lo necesitaba. También tengo claro que no estaba para jugar de titular, cada uno sabe el lugar que ocupa. Me hubiera quedado siendo suplente y entrando un ratito, pero bueno, ahí se dieron las cosas… No me arrepiento, y mirá que yo tenía mucho miedo a dejar de jugar, porque todos mis excompañeros me decían: “No, boludo, vos estás bien, después vas a extrañar, mirá, que yo todavía me estoy tratando, no lo puedo superar”. Varios me lo dijeron, pero creo que ya me venía preparando inconscientemente.
78. –¿No te da bronca haber quedado a tres goles de ser el máximo goleador de la historia de Tigre?
–Un poco, puede ser, pero las cosas se dieron así. Quizás se va a recordarme por otras cosas, por decir las cosas que sentía, por los goles importantes. En su momento yo quería llegar a los 100 goles, y lo logré.
Sus mejores goles en Tigre
79. –Más allá de tus pocas ganas de jugar, ¿al pulgar terminó bajándolo Martínez o la dirigencia?
–Siento que la dirigencia tuvo que ver, y te lo cuento porque ya se lo dije a ellos, como que nunca tuve el visto bueno de su parte. Yo seguía en el club por la gente, por el hincha, también me permitía eso porque quería que los hinchas me recordaran siempre, quería seguir para meter más goles.
80. –¿Te sorprendió que los hinchas fueran a despedirte a tu casa?
–La verdad que sí, porque era un momento en que no se podía salir masivamente, a comienzos de este año, y vinieron más de mil personas, una locura. Me emocionó que se acercaran muchas familias, gente grande, chicos, todos hinchas genuinos. Soy un tipo al que no le gustan los quilombos y podría haberlos hecho, pero no quise. Incluso venimos charlando con la dirigencia porque quieren que haga un partido despedida cuando vuelva la gente a los estadios.
81. –¿Cómo fue esa movida de la despedida?
–Me enteré de que querían hacerlo en la esquina de la cancha. Averigüé quién lo organizaba y como hablaban de que iban a prender fuego y no sé qué cosa más, como siempre hay algún exaltado y tenía miedo de que rompieran cosas, les pedí que no fueran al estadio, que vinieran a la esquina de casa. Imaginé que serían 20 o 50 tipos, pero vinieron más de mil. Empezó a la tarde y terminó a la noche, y hasta que no les firmé y me saqué fotos con cada uno de los que habían ido, no me fui.
82. –¿Lloraste mucho?
–Yo soy de emocionarme, lloro mucho, soy bastante maricón (risas). Hice fuerza un rato para aguantar, pero me resultó imposible. Fue lindo, muy lindo, aún hoy sigue viniendo gente al barrio donde vivo y deja camisetas para que les firme, deja regalos, los de la guardia me llaman a cada rato para avisarme, porque la gente se enteró dónde vivía. Firmo y después pasan a buscar las cosas. El hincha de Tigre es muy cariñoso conmigo.
La despedida de Tigre
83. –¿Hubo chances de que terminaras tu carrera en Deportivo Español?
–Me hubiese encantado, y de hecho hablé con la gente de Español, pero les fui absolutamente sincero: “Estoy vacío, no tengo más nada para dar”. Era lo que sentía. Ya está, no juego más, eso está clarísimo.
84. –¿Ves a Tigre como para ascender en este campeonato con los goles de Magnín?
–Tigre tiene lejos el mejor plantel de la categoría, pero bueno, después hay que demostrarlo en los partidos. Y en cuanto a Pablo, es un goleador terrible, y un chico trabajador, lo conozco porque compartí plantel con él, de esos pibes que llegan temprano al gimnasio, serio para trabajar, un fenómeno.
85. –Mirás atrás y ves tu carrera: ¿fue más que lo que imaginabas?
–Es más de lo que imaginé, sí, y si hubiera creído en mí antes, o hubiese deseado las cosas con la intensidad con que las deseé cuando maduré, quizás hubiese sido una carrera todavía mejor. Yo no soy un dotado técnicamente, me costaba mucho el control y el pase, o devolver a un toque, y lo trabajé, ya desde que me agarró Hilario Bravi en Español y me hacía patear la pelota contra el paredón.
86. –El mejor director técnico que tuviste.
–Tuve muchos buenos… (piensa), pero si tengo que decir uno, elijo a Gustavo Alfaro. Por su capacidad de conducción, por su forma de vivir el fútbol, de conocerlo y por lo que te pedía.
87. –Tu día más feliz y tu día más triste en el fútbol.
–El más feliz fue cuando salimos campeones con Tigre, en Córdoba, y el más triste, cuando erré el penal este año y me retiré.
La arenga del Chino antes de la final con Boca
88. –¿Pudiste disfrutar el título que ganaste en Tigre a pesar de descender casi al mismo tiempo?
–Creo que todavía sigo disfrutándolo (risas)… Hace mucho que no paso por la cancha, me invitan a comer siempre los cancheros y les digo que no, porque quería tomar un poco de distancia, pero acá por donde vivo, en zona Norte, es imposible, me tengo que ir a vivir a otro lado (risas). Por supuesto que siempre se van generando nuevas exigencias, como volver a Primera, y se va imponiendo eso, pero con aquel grupo de jugadores les dimos a los hinchas una alegría que tanto necesitaban, por la que tanto habían soñado, una estrella que el club había estado tan cerca de conseguir cuatro veces en los últimos años. ¿Sabés el orgullo que es pasar por el estadio y ver esa estrella ahí? Lo merecía el público de Tigre, la zona Norte no podía dejar Primera división sin haber conseguido algo. Descendimos, pero lo logramos.
89. –Tus mejores amigos del fútbol.
–Tengo un montón de amigos, gente que me ayudó mucho en mi carrera y a los que sigo viendo, pero si tengo que nombrar a dos te digo Diego Castaño y también un gran compañero que siempre me cuidó, que es el Lobo Ledesma.
90. –Veo que mantenés contacto con mucha gente de tus inicios. No es tan común.
–Con todos, sí, me gusta hacerlo, y sanamente, sin ningún interés, no me olvido de los comienzos, siento que todo lo que soy se lo debo a mi familia, a mis amigos de la infancia, a los chicos de Río Primero, al encargado de la pensión de Español, a muchos, y quiero seguir viéndolos. Necesito tenerlos en mi vida.
91. –Te emocionás al hablar de varios temas, sos de lágrima fácil. Imagino que te habrá costado ser auténtico en un ambiente cerrado y machista, el del fútbol.
–Más de grande me puse así sensible, pero sí, tenés razón con lo que decís: el fútbol es para machos, así te lo hacen creer, y ese es un gran problema. Es un ambiente cerrado. A mí no me molesta expresarme como soy, te hace más auténtico, muchos que se emocionan quizás no lo demuestran. Es un problema, porque si llorás te tratan de flojito. Fijate también lo que pasa con el tema de los homosexuales: hay deportistas de distintas disciplinas que lo asumen y lo cuentan, pero en el fútbol no hay ninguno. ¿Cómo puede ser? No los dicen por los prejuicios, porque el ambiente no está listo para aceptarlo. Cuando yo empecé a ir al psicólogo hace 15 años a mí me daba vergüenza contarlo públicamente por lo que pudieran decir. Hoy cambió un poco, por suerte.
92. –¿Te preocupa el día después? Te pregunto por lo que me contabas de ex compañeros con los que hablabas.
–Estoy muy tranquilo, creo que es el momento de empezar a hacer otra cosa. Tenía cierto miedo de qué me podía pasar, qué podía sentir, pero la verdad es que van más seis meses y no extraño nada. Mirá que yo disfrutaba mucho tomar mate con los utileros, estar en el vestuario con los compañeros, hacer bromas, pero no extraño nada. Es cierto que en el camino fui creando distintas cosas y me fui preparando. El problema en el fútbol es que muchos no se preparan para el día después, para una segunda actividad ligada o no al fútbol.
93. –¿Cómo ves el ambiente del fútbol?
–Yo renegué bastante de este ambiente, siempre me molestó que no se le diera al jugador el protagonismo que en verdad tiene, que se lo vea sólo como un negocio y no como una persona. Desde todos los ámbitos, eh: desde el representante, desde el dirigente y desde el periodismo. Es un tema complicado. Cuando estaba adentro, intenté bajarles otro mensaje a los chicos, les hablaba para que abrieran los ojos. Hay mucha falsedad e hipocresía: si ganás sos un genio y si perdés no servís para nada. En la pandemia conocí a muchos jugadores jóvenes a quienes los representantes no les dieron más plata ni los llamaron más. Son buitres.
94. –¿Qué estás haciendo hoy?
–Estoy aburrido, ja, ja. Tengo el curso de entrenador hecho, ya armado un cuerpo técnico con Diego Castaño y el profe Martínez Córdoba, hubo alguna propuesta informal del ascenso, también anda dando vueltas la chance de ser manager, pero en el medio aparecieron algunas charlas vinculadas a la política y estoy pensando qué hacer.
95. –¿Para estas elecciones?
–Sí, y de diferentes fuerzas políticas. Estoy analizándolo con Cacho [Recassens], y con los amigos y la familia, que tratan de que uno no se equivoque. Hace varios años participo de acciones sociales, me apasiona poder ayudar, pero no quiero hacerlo a cualquier precio. Tengo miedo al mundo de mierda que parece ser la política y no quiero quedar como uno más. Cuesta hacerse una imagen positiva durante toda una carrera, y arriesgar a perderla me tira un poco para atrás. No sé, veremos, si hay alguna propuesta de participar desde otro lugar, de una ONG o algo así, quizás me decida. El tema es que desde la política tenés muchas más posibilidades de hacer lo que vos creés… siempre que te dejen hacerlo, claro (risas).
96. –Vos participaste en varios días del niño en la zona Norte.
–Soy de participar desde hace muchos años, voy a festejar con los chicos, me muevo para conseguirles cosas. Me lastima mucho la vulnerabilidad de los chicos, hoy tienen muchas necesidades alimenticias, psicológicas, de educación, quilombos en las familias, hay que ser generosos en estos temas, quizás tenga que ver con mi infancia, todos cargamos con nuestros mambos e historias encima. De mi experiencia igual destaco que el argentino siempre fue muy solidario, hay muchas familias que se acercaron a dar cosas sin tener demasiado.
97. –¿Cómo te definís políticamente?
–Tengo mis raíces peronistas, pero hoy está todo tan enquilombado...
98. –¿Cómo les transmitís mensajes a tus hijos, que viven en una realidad muy diferente a la que te criaste vos?
–Los llevo a los barrios para que estén con los chicos que tienen menos, vienen conmigo a esos festejos de día del niño, juegan a la pelota con los chicos, se meten en sus casas para tomar agua. Les explico que cuando hay, hay y cuando no, no. Les pongo límites...
99. –¿Qué significa Piquillín para vos?
–Es mi lugar en el mundo. Cuando jugaba, siempre volvía al pueblo apenas terminaba cada torneo, tenía que volver por lo menos dos veces por año. Si tengo dos días, ahora me escapo, son 6 horas de viaje más o menos. Me pasa que estoy un día en Piquillín y listo, ya me siento bien. Nunca me acostumbré a todo este quilombo de acá. Cuando voy llegando al pueblo, bajo las ventanillas del auto y quiero oler, y ese olor a tierra me genera algo especial, me conecta a mis orígenes. Y me pasa que me pongo a llorar, soy un viejo pelotudo, pero es así. Saludo a uno, saludo a otro... Y no sabés lo que son las fiestas de fin de año: nos juntamos los 70, se pregunta quién viene y ahí organizamos qué traemos, por lo general un cordero, un lechón y un costillar. Y bailamos, cantamos, yo toco el bombo, es genial.
100. –¿Qué te dicen tus hijos cuando te ven llorar en el auto sin motivo aparente?
–”Otra vez papá llorando”, dicen, ja, ja. Yo siempre les cuento que ya me van a entender. Ahora están entrando en una edad en que les rompe los huevos ir para allá, entonces les digo: “Listo, ustedes no vienen, pero yo me voy igual”. No sé qué me hace llorar, no lo puedo explicar, se me vienen imágenes de la infancia, los amigos, cómo crecimos. Ayer, estuve en el pueblo, comimos los canelones que hizo mi vieja y después salimos al patio a jugar a las bochas y se empieza a acercar la gente a saludar y a contar anécdotas. Siempre fui de hablar poco de mi trabajo, me gusta más escuchar, y me divierten las boludeces que cuentan. Soy muy feliz en esos momentos.
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