Se esperaba que fuera el cantautor estrella de su generación, el sucesor natural de Bruce Springsteen, a su vez relevo de Bob Dylan, en una línea imaginaria trazada por críticos y discográficas. Pero su destino replicó el de un músico menos conocido: su padre biológico. Con solo 30 años -dos más que su padre al momento de morir-, Jeff Buckley se ahogó en el puerto de Memphis, Tennessee en 1997, un día antes de comenzar a grabar su segundo álbum en un estudio de esa ciudad.
Más recordado por su voz prodigiosa y su singular estilo interpretativo –su versión del clásico de Leonard Cohen “Hallelujah” tiene más de 225 millones de reproducciones en Spotify hasta la fecha–, Buckley exhibió también una gran sensibilidad como compositor en las canciones que llevan su firma en el disco Grace (1994), el único que completó en vida.
La balada “Lover, You Should’ve Come Over” describe el sufrimiento ocasionado por la pérdida de un amor cuya dimensión se revela con la ruptura, presentada como un duelo fúnebre en los primeros versos. Vulnerable y arrepentido, el narrador está dispuesto a entregarlo todo por un reencuentro con su amante y ofrece una recompensa que alude al Ricardo III de Shakespeare: “Mi reino por un beso sobre su hombro”.
Con una métrica que remite al soul, casi siete minutos de duración, sin un estribillo claro ni melodías repetitivas, el tema esquivó la fórmula de las baladas pop de la época y quizás por eso no fue elegido como single.
Entrevistado durante una gira en Australia en 1995, Buckley comparó el trabajo del compositor al de un artesano, que debe “moldear el sonido para hacerlo corresponder a un sentimiento y asegurarse de que [...] las palabras sean emocionalmente acertadas”. En ese sentido, “Lover…” es el mejor ejemplo de esa búsqueda. Un poema hecho con música, en el que la instrumentación se mueve con la voz, que crece, se apaga y resurge hasta el alarido, a la par de las emociones que despliega cada estrofa.
Inspirada en su separación de la también música y performer Rebecca Moore, la canción retrata una evolución personal de Jeff, que medita sobre sus errores –la letra sugiere una infidelidad– y su inmadurez emocional: “Quizás soy demasiado joven / Para evitar que el buen amor termine mal”. La ausencia de su pareja lo drena (“Deshecho y hambriento de tu amor / Sin manera de alimentarlo”) y suscita una reflexión: “A veces un hombre debe despertarse para entender que, en verdad/ No tiene a nadie”.
Buckley y Moore se conocieron en Nueva York en 1991, en un recital que homenajeó al padre del músico. Figura de culto del folk-rock de los años ’60, Tim Buckley se casó a los 18 años con Mary Guibert, de 17, creyendo erróneamente que estaba embarazada. Al poco tiempo la dejó y luego se enteró de que esa vez sí iba a ser padre. El divorcio se concretó un mes antes del nacimiento del niño, el 17 de noviembre de 1966.
En el concierto tributo, ya con 24 años, Jeff sorprendió a los fans tanto por el parecido físico con su padre como por el tema que interpretó: “I Never Asked to Be Your Mountain” (“Nunca pedí ser tu montaña”), una especie de descargo de Tim sobre su decisión de abandonar a su esposa e hijo.
Jeffrey se crió en Orange County, California, con su madre y su padrastro Ron Moorhead, quien lo adoptó y le cedió su apellido. Se llamó “Scott Moorhead” hasta los ocho años cuando, después de conocer por primera vez a su padre biológico y pasar una semana con él, se enteró dos meses más tarde que había muerto por sobredosis. Luego del trágico suceso, revisó su propia partida de nacimiento y decidió recuperar su identidad original, aunque para la familia siempre sería “Scottie”.
“Tengo una gran admiración por Tim [...], pero como una forma de respeto a otro artista, porque él no fue en verdad mi padre. Mi padre fue Ron Moorhead”, dijo una vez Jeff. Su padrastro contribuyó a su formación musical desde chico, haciéndole escuchar a íconos del rock de los años 60 y 70, como Jimi Hendrix, Queen, Pink Floyd y Led Zeppelin. Jeff reconoció a esta última banda y a la cantautora canadiense Joni Mitchell como dos de sus principales influencias musicales.
El enamoramiento con Led Zeppelin fue recíproco. Tras el lanzamiento de Grace, Jimmy Page se obsesionó con el disco y llevó a Robert Plant a un recital de Buckley en Melbourne. El joven músico tuvo la oportunidad de conocerlos después del concierto y, se supo más tarde, él y Page lloraron de emoción.
El año pasado, el guitarrista recordó el encuentro en su cuenta de Instagram y contó que Jeff lo había invitado a colaborar en su segundo álbum. Nunca se volvieron a ver, pero Buckley dejó una marca imborrable en Page. “Su nivel de comunicación a través de la dinámica de su música, su voz, sus letras y su toque en la guitarra conformaban una especie de comunión espiritual”, escribió en la publicación.
Tras una gira que duró más de dos años, Buckley se mudó a Memphis, Tennessee en febrero de 1997, buscando encontrar la tranquilidad y el anonimato necesario para reconectarse con su arte. El 29 de mayo de ese año, su banda voló desde Nueva York para iniciar al día siguiente la grabación del segundo álbum.
Aquel día, Jeff y su amigo Keith Foti fueron a escuchar música a la ribera del puerto. Buckley entró al agua con la ropa puesta y empezó a nadar de espaldas mientras cantaba el tema de Led Zeppelin “Whole Lotta Love”. Un barco se acercó y creó una pequeña ola. Foti se dirigió a guardar el estéreo para evitar que se dañara y cuando levantó la vista perdió el rastro de Jeff. Su cuerpo apareció una semana más tarde.
En 2019, en ocasión del 25 aniversario de Grace, se estrenó un video inédito de una versión en vivo de “Lover...”. “Escribí esa canción mientras escuchaba el teléfono en mi departamento. Pero ella nunca llamó”, dijo Buckley en 1995 sobre la balada y su separación de Moore. Según contó una amiga en común, Jeff llamó a Rebecca un día antes de morir y se despidió diciendo: “Te veo del otro lado”. Por entonces él estaba hacía tiempo en pareja con la cantante Joan Wasser, pero mantenía un vínculo de amistad con su exnovia.
El trágico final del músico impidió el reencuentro. Sin embargo, la letra de “Lover, You Should’ve Come Over”, al contrastar el reclamo conjugado en pasado: “Debiste haber venido” con la esperanzadora última frase: “No es demasiado tarde”, permite imaginar otro desenlace para la pareja en el universo atemporal del arte.
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