ANA RANERA

La cultura de estrenar ropa cada viernes tiene que morir. Lo ve claro Icíar Martín, uno de los tres pilares de Añino Merina, una marca textil y de calzado que acaba de nacer -a caballo entre Asturias, León y Extremadura-, con el objetivo de «poner de moda la durabilidad, porque o cambiamos por actitud o cambiaremos por necesidad», lanza esta emprendedora. «No puede ser que tengamos camisetas en el armario con la etiqueta puesta», prosigue.

A esta salmantina -ovetense, desde hace 32 años- le sobran motivos para reivindicar los valores de la firma que comparte con Antonio y Fernando, las otras dos piezas fundamentales de este proyecto, que surgió de un encuentro casual que cambió sus vidas. «Fernando tiene 28 años y forma parte de una tercera generación de ganaderos y su lana alcanza la excelencia», cuenta. Esa calidad se repite en el trabajo que hace Antonio, un artesano criado entre la guarnicionería y la lana que tejía su madre. Un hombre que, con sus manos, hace «pequeñas obras de arte».

La tercera pieza de este puzzle es la propia Icíar, geógrafa y licenciada en Historia Moderna, que hace ocho años dio un giro en su vida laboral y empezó a formarse en innovación y economía social. «En ese momento, me di cuenta de que los pastos se están perdiendo y que es por culpa de la falta de pastoreo, concretamente, por la falta de la trashumancia que siempre hubo», señala. De aquella, en su cabeza, se empezó a fraguar Añino Merina y, desde hace unas semanas, es ya una realidad. «Nuestro ADN es el de ser una marca biológica, de economía social y que sigue una organización interna democrática», indica.

«O cambiamos por actitud o por necesidad»

Ellos controlan toda la cadena de producción, desde las ovejas hasta el resultado final. «Los animales están criados en libertad y tienen un impacto medioambiental bárbaro en el suelo por el que pastan». Su lana, una vez esquilada, se convierte en el vellón que se lava sin productos químicos y que, posteriormente, llevan a los telares, donde se hacen realidad los diseños. «De momento, tenemos calzado, algo de ropa y mantas».

El cuero que utilizan para los zapatos es el sobrante de la industria cárnica, los cordones son de cáñamo y las suelas de caucho están teñidas con granos de café. Está claro que nada falla en su filosofía, tampoco las cuentas. «Producimos bajo demanda», adelanta Icíar, y lo aclara: «Para abaratar costes, podríamos hacer muchos pares, pero, si luego no se vendieran, iría en contra de lo que pensamos». Eso no tendría sentido para Añino Merina, una marca que quiere dejar huella allá donde pise, pero no en este planeta ya bastante ajado.

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