SARAI VÁZQUEZ

Amaia Martínez de Santos siempre tuvo un sentido innato para la moda. Esta vasca, nacida en Vitoria hace 58 años, y residente en Bilbao desde hace más de tres décadas, empezaba a despuntar con sus estilismos cuando era joven: «Todos llevábamos vaqueros, los 'pisamierda' y las chaquetas de nuestros padres, pero yo ya guardaba en el armario otras piezas más especiales, como un mono con la espalda descubierta o un vestido verde de flecos». Su madre, una mujer riojana «muy discreta» a la hora de vestir, fue quien le transmitió la pasión por este mundillo. «La moda tiene mucha importancia en mi vida. Me ayuda a mostrarme como quiero ser», asegura.

Iba de compras con su madre a 'Muñeca de trapo', un comercio de moda de Logroño muy puntero hace 40 años, y a las grandes tiendas de Madrid. «Siempre me decía que le daba la paliza porque todo me gustaba y era muy caprichosa», reconoce. Y todavía recuerda los zapatos de tacón morados que se compró cuando tuvo su «primer noviete», que combinó con una chaqueta de los años 70 de su progenitora. Pero si algo caracteriza a esta madre e hija es que siempre han tenido los armarios llenos de ropa. «Con los años, me he dado cuenta de que cada vez soy más como ella», asegura. En este sentido, Amaia también aplica la célebre frase 'menos es más' a sus looks: «De pequeña le decía: ponte este collar, esta sortija… 'No, que es demasiado', me respondía ella. Ahora, cada vez que me miro al espejo antes de salir de casa, me quito algo».

Esta mujer de ojos verdes, cercana y risueña, empezó a estudiar Periodismo en la UPV cuando tenía 28 años y su hijo, Daniel, había empezado a gatear. Tras licenciarse con buenas notas, inició su camino profesional en la televisión: trabajó en Tele7, como colaboradora en EITB y en Canal Euskadi hasta que cerró. «Era lo que más me llenaba, pero desgraciadamente no pudo ser», lamenta. Actualmente, es cofundadora de la agencia de comunicación bilbaína Presstigio, dirigida por su marido, Ignacio de Diego. En su tiempo libre, hay otro lugar que también frecuenta a diario: Zara de Gran Vía. «Es que lo tengo al lado de casa. Ya les digo a los trabajadores que me tienen que poner en nómina porque sé más que ellos», bromea.

Su clase no pasa desapercibida en Bilbao, pese a que le gustaría ser «más valiente» y arriesgar más. «En Madrid o en Nueva York me pondría más cosas», asegura. Vivir en el corazón de la capital vizcaína es un aliciente para preparar al detalle sus looks cada vez que sale de casa, aunque a veces puede resultar un inconveniente: «No me arreglo para ir a por el pan, pero en otra ciudad me prepararía menos. Aquí acabo cruzándome con gente que veo todos los días».

Quienes la conocen, se hacen las mismas preguntas: «¿Dónde guarda esta mujer toda la ropa?», «¿Todo es tuyo?» Su truco infalible para conservar todos sus 'trapitos', que solo se pone un par de veces, es usar unas perchas específicas para ahorrar espacio. Sí, tiene mucha ropa por sus constantes viajes a Zara, y por conservar prendas de hace más de 40 años. Entre aquellas piezas con historia, destacan una gorra inglesa y un bolso de Balenciaga que heredó de sus padres. «Nunca me voy a desprender de ellas», asegura.

Amaia encuentra tesoros hasta en los mercadillos y en las tiendas de 'souvenirs'. «No busco la ocasión, sino que se presenta en mi camino», explica entre risas. En su opinión, la elegancia no entiende de bolsillos. De hecho, el 80% de sus prendas son de rebajas y le han costado 9,90 euros. Y no se impacienta por estrenarlas. Puede guardar en su armario una falda aún con la etiqueta desde hace dos años hasta encontrar la blusa perfecta ¡Bingo! Ya tiene la combinación ideal para su próximo evento: «No se puede asistir de cualquier manera, hay que ponerle cariño a nuestra forma de vestir e ir lo más guapos posible, sino es como si fueses a una boda sin peinar».

«Los complementos lo son todo para mí»

Define su estilo como «chic-sofisticado» y sus referentes son las cuatro protagonistas de la serie 'Sexo en Nueva York'. «A veces solo la veo por la ropa», reconoce. Los vestidos son su prenda favorita porque son «cómodos» y «ocupan poco en el armario». «Te los puedes poner con un jersey, una blazer, deportivas, tacones… dan mucho juego», apunta. Además, suele caer rendida ante las prendas con aire oriental, como los kimonos. Y en cuanto a los colores, opta por el blanco o el beige en verano y por el negro en invierno. «Si venden una prenda en diferentes tonos, evito el negro. Mi madre no paraba de decirme cuánto le desagradaba», añade.

Los accesorios «lo son todo» para ella, sobre todo, los sombreros. Comenzó a coleccionarlos hace 37 años, cuando su marido le compró el primero. «Antes no era tan fácil encontrarlos», reconoce. Eso sí, cuanto más se llevan, Amaia menos se los pone: «A veces, voy en contra de la moda. Con los años, te das cuenta de que no es cuestión de ponerse lo que se lleva, hay que adaptar la moda a nuestro estilo y hay que poner límites. No todo vale». Y en cuanto al calzado, reconoce que los tacones le hacen sentirse más estilizada.

En el año 2017, se abrió «por la inercia del momento» una cuenta de Instagram enfocada en la moda: «Siempre había alguno de mis amigos que me decía: 'con el estilo que tienes'....». Llamó a este espacio virtual 'Bendito Fondo de Armario', un nombre que surgió a raíz del comentario de una seguidora. «Me preguntó de qué tienda era una prenda. Le contesté que era de hace muchos años y añadí: ¡Bendito fondo de armario!», recuerda. Hoy tiene unos 3.000 seguidores y es su marido el que está detrás de la cámara. «Siempre me dice: 'si te hubieras abierto un blog cuando te lo comenté...», cuenta. Las imágenes que comparte son un reflejo de sus estilismos diarios. Unas propuestas que arrasan entre sus incondicionales. «A las mujeres de mi edad, Instagram nos ha dado visibilidad, o hemos pensado que podíamos dejarnos ver», indica.

Considera que su estilo ha variado muy poco con los años. «Quizás sea porque yo también he cambiado poco. Mi forma de vida me lo ha permitido», añade. Primero se prometió ser una cuarentona estupenda, lo cumplió; y luego una cincuentona igual de estupenda. Ahora espera convertirse en una sesentona espléndida. Se cuida (no en exceso) y sigue un estilo de vida saludable. «Por lo demás, no me hago tratamientos, ni me he operado nunca, tengo la suerte de no verme tan mal. Me gustaría mejorar, pero me da miedo dejar de ser yo», zanja.