Los atuendos formales han brillado por su ausencia durante estos meses de pandemia. Con el cierre de las oficinas y la inclinación por el teletrabajo, los trajes, las corbatas y los tacones han permanecido en el fondo del armario. Por el contrario, en las videollamadas han asomado sudaderas, pies descalzos y pijamas. Pero, con el retorno a las oficinas y la recuperación paulatina de la normalidad, está por ver si también volverá la indumentaria de trabajo o si, por el contrario, se relajarán aún más los códigos de vestuario, como ya venía sucediendo en los últimos años.

Para Rebeca Ávila, vicepresidenta de comunicación y responsabilidad social corporativa de Accor para el sur de Europa y fundadora de Working Outfits, la vestimenta se irá adaptando a cada contexto: “La moda no dejar de ser un reflejo de lo que ocurre a nuestro alrededor. Es normal que en un momento de confinamiento y teletrabajo se hayan relajado los códigos para ajustarse al entorno concreto”. Hasta las personas que siempre vestían de manera formal han comprobado las ventajas de decantarse por prendas más cómodas, reconoce la experta.

Pero no por ello se van a perder las viejas costumbres . “No es lo mismo acudir a un evento presencial que a uno online: para una conferencia a través de Zoom se pueden relajar un poco los códigos, pero no para una presentación en un auditorio. En el futuro, nos acostumbraremos a vestir de manera híbrida”, prosigue la experta. Tampoco Pedro César Martínez, director del máster en Recursos Humanos de ICADE Business School, se muestra partidario de bajar el nivel que se exige a la hora de trabajar, sobre todo ahora que se empieza a volver a las oficinas. “Aunque haya relativa libertad, tiene que haber también unos códigos, las empresas no deben tener miedo a establecer unos protocolos. Es también una señal de respeto hacia el resto de compañeros”, comenta.

En este sentido, Martínez recuerda que descuidar la imagen personal fue precisamente uno de los problemas derivados de los primeros meses de confinamiento. “Ahora todos tenemos que ir corrigiendo ciertos hábitos. De hecho, muchos de ellos ya se han ido corrigiendo durante este tiempo, incluso con teletrabajo”, afirma el experto en relación a quienes, sobre todo los primeros días, no salían del pijama.

Las corbatas también se preparan para el fin del teletrabajo

Una idea con la que coincide Ávila, quien pronostica el efecto contrario al sucedido durante los primeros meses de la pandemia. “Al estar tanto tiempo encerrados, ahora cualquier ocasión nos parece un buen momento para arreglarnos de más”, apunta. Así, la experta cree que la ropa formal volverá a las calles, pero con un extra de comodidad. Algo que ya están observando desde las propias marcas. “Durante el confinamiento subió la ropa deportiva. Después ha habido un periodo de adaptación, lo que antes era más formal ahora está teniendo variantes más casual”, apoya el director general corporativo de Tendam, Ignacio Sierra. Desde la marca apuestan por prendas formales pero algo desestructuradas y menos rígidas de cara a la vuelta a la rutina. “Se puede vestir de manera súper correcta, pero más cómoda”, apunta Ávila.

La relajación o no de los códigos estará supeditada en cualquier caso al rango, el sector y la propia agenda del día. “Con nuestros clientes, nuestra imagen debe ser más cuidada que la que podemos mantener con nuestros colegas, que sí puede ser un punto más relajada”, reconoce Teresa Coelho, socia responsable de Recursos Humanos de KPMG en España. También Ávila va en esta dirección: “Yo, por ejemplo, que me dedico a las relaciones públicas, soy consciente de que debo transmitir determinada imagen, pero cuando acudo a eventos más informales me adapto al vestuario de los asistentes para que todo el mundo se sienta cómodo”.

La clave está, por tanto, en la habilidad de cada uno para saber adaptarse a entornos diferentes y situaciones concretas. Así lo ve también la directora corporativa de recursos humanos y servicios generales de IMF Smart Education, Ana Abril, quien aboga por huir de normas unificadas en el ámbito corporativo. “La clave no está en los códigos de la vestimenta, sino en el uso de la misma: para qué, cuándo y con quién. Si abres el código, consigues que los equipos maduren a la hora de entender y decidir cada situación, responsabilizándose del impacto de sus acciones”, concluye.

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