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Los debates en torno a las grandes estratégicas están actualmente condicionados por las crecientes tensiones mundiales y las nuevas amenazas a la seguridad. Este documento busca hacer una presentación del tema para proponer enfoques desde los estudios estratégicos y las teorías de las relaciones internacionales capaces de renovar sus discusiones intrínsecas.
En la medida en que los estudios estratégicos se han ocupado en un sentido amplio de la estrategia, se han de aclarar las diferencias entre qué es, o cómo se define Gran Estrategia (GS, por sus siglas en inglés) y Estrategias de Seguridad Nacional (ESN). El objetivo es distinguir las razones para utilizar un término en lugar del otro. Para ello, es importante cuestionar el estado de ambos términos y preguntarnos: ¿son ambos conceptos utilizados como sinónimos? ¿Ha desaparecido totalmente el concepto de GS o, más bien, han convergido ambas ideas en una? O ¿el actual concepto de ESN tiende a funcionar como GS bajo una posible nueva primacía de lo militar?
Las GS son comúnmente creadas por grandes potencias en lugar de cualquier otro actor con menos capacidades o poder. La segunda característica de las GS es su duración, puesto que se consideran estrategias de larga duración con objetivos a largo plazo1. Por ejemplo, Paul Kennedy consideró que una GS concierne a la evolución e integración de políticas que deberían operar durante décadas, o incluso siglos. Además, Kennedy entendió que las GS no tenían una función o consideración universal en la teoría o práctica estratégica, sino como una opción que importa solo en el contexto de ser ya, o tener el potencial de ser, una gran potencia mundial.
El término GS ha estado en desuso y parcialmente reemplazado por la referencia a ESN. A pesar de las múltiples definiciones de GS, trataremos algunas de las más famosas en la literatura para ver las diferencias que presentan. Históricamente, las GS han existido desde la antigüedad, pero su concisión teórica está más restringida a los tiempos modernos. Mientras que la «estrategia», como neologismo, se atribuye a Joly de Maïzeroy2 en 1771, como aquella conducta de los ejércitos que se funda en un arte realizado por generales, el origen del término GS es más difuso. La posición generalizada sobre el origen del término moderno es atribuido a Basil Liddell Hart (1895-1970), en su obra The Decisive Wars of History (1929), quien lo entendió como un arte para distribuir y aplicar medios militares para cumplir con los fines de la política.3 Liddell Hart consideraba la guerra como una confrontación entre la astucia de los comandantes en ejecuciones opuestas, afirmando que «el verdadero objetivo de la guerra es la mente de los gobernantes hostiles, no los cuerpos de sus tropas; que el equilibrio entre la victoria y la derrota se basa en impresiones mentales y solo indirectamente en golpes físicos»4.
Hay dos figuras importantes anteriores a Liddel Hart: Frederick C. Fuller (1878-1966) y Julian Corbett (1854-1922). El primero escribió La reforma de la guerra en 1923 y definió GS como la utilización de las energías nacionales para los propósitos de la guerra. Fuller entendió GS o «estrategia política» como «la transmisión del poder en todas sus formas, para mantener la política»5. Fuller argumentó que, como planificación y actividad en abstracto, la GS es asegura el objeto de lo político dirigiendo todos los recursos bélicos hacia la victoria en la guerra, mientras que las grandes tácticas logran la acción al hacer converger todos los medios de hacer la guerra contra las fuerzas del enemigo. Corbett consideró que la GS, como actividad empleada en tiempos de paz, tiene como finalidad ocuparse de todo el teatro de la guerra, con la planificación de esta, y ha de ser vista como una continuación de la política exterior. En última instancia, «la gran estrategia [superior, mayor] proporciona la razón, el raciocinio, para la acción en la guerra, pero las ejecuciones conciernen a la estrategia menor»6.
Uno de los principales contribuyentes al renacimiento de los estudios estratégicos fue J.M. Collins7, quien definió la Seguridad Nacional (NS, por sus siglas en inglés) como aquello que «fusiona todos los poderes de una nación, durante la paz y la guerra, para lograr intereses y objetivos nacionales» y GS como: «Un arte y ciencia de emplear el poder nacional en todas las circunstancias para ejercer los grados y tipos deseados de control sobre la oposición a través de amenazas, fuerza, presión indirecta, diplomacia, subterfugio y otros medios imaginativos, satisfaciendo así los intereses y objetivos de la seguridad nacional»8.
Collins defendió que ambos términos están interrelacionados, pero no son sinónimos. El enfoque común y más general acerca de GS es considerar que tiene la intención de alinear todos los recursos posibles. Por el contrario, la tendencia anterior en la tradición clasicista se había centrado en cómo se debe emplear el instrumento militar para lograr los objetivos de una nación. Según Barry Posen (1952- ). «La teoría de un estado-nación sobre cómo producir seguridad para sí mismo. La gran estrategia se centra en las amenazas militares, porque son las más peligrosas, y los remedios militares, porque son los más costosos [...]. Una gran estrategia contiene explicaciones de por qué ciertas amenazas gozan de cierta prioridad, y por qué y cómo las soluciones propuestas podrían funcionar»9.
Otra discusión sobre el significado de GS tiene que lidiar con la existencia de enfoques sobredefinitorios cuando su significado estaba excediendo al militar. Según Hew Strachan (1949-), GS tiene que ayudar a definir y delimitar las guerras. Este autor argumentó que la GS tiene un significado diluyente debido a su extensión a diferentes concepciones de la guerra. La aplicación limitada, en términos de poder y basada en sus dos características fundamentales ya mencionadas, es muy exclusiva y restrictiva a diferencia de los escenarios reales de enfrentamiento entre países10. Además, según Aznar Fernández-Montesinos, el pensamiento estratégico nos sitúa ante una formulación que se pretende plantear intelectualmente. Esto, atendiendo a su naturaleza trascendente, desconoce en parte la realidad más tangible e inmediata en beneficio de un objetivo que puede que aún no sea del todo visible. La estrategia sirve, o pretende servir, para enmarcar conflictos brindándoles el encuadre que permita una resolución favorable para quien la formula. Otro contribuyente ineludible a este debate es Stephen Krasner (1942-) quien afirma que: «Una gran estrategia es un marco conceptual que describe cómo es el mundo, visualiza cómo debería ser y especifica un conjunto de políticas que pueden lograr ese orden. Las grandes estrategias están diseñadas para moldear el entorno internacional regulando los regímenes internacionales, influyendo en las decisiones de política exterior hechas por otros estados y dando forma o incluso determinando las características del régimen interno de otros países»11.
Como advirtió Gaddis (1941-), «está destinado [...] a prevenir la alineación de aspiraciones potencialmente ilimitadas con capacidades necesariamente limitadas». Para Brooks (1971- ) y Wohlforth (1959- ), GS es un conjunto de ideas para desplegar los recursos de una nación con el fin de lograr sus intereses a largo plazo12.
Resumiendo, la tradición clasicista, en la que se involucran algunos de estos autores, ha sido seguida mayoritariamente por aquellos que entendían GS como el objeto principal de la política militar e, históricamente, ha sido el enfoque más conducido.
Desde que Bernard Brodie (1910-1978) propuso considerar la estrategia como una ciencia instrumental y un arte para resolver problemas prácticos y no para ganar guerras exclusivamente13, los estudios han ido incorporando enfoques diversos y ampliando la tradición clasicista, ganando importancia las perspectivas de GS más afines a las relaciones internacionales. Uno de los pensadores más destacados de estas tendencias es William Martel (1955-2015), quien consideró la GS como una declaración coherente con los conceptos que utiliza el Estado para hacer frente a la gama completa de amenazas a la seguridad y los medios militares, políticos y económicos para enfrentarlos, apoyando la idea de que los responsables de la formulación de políticas no pueden llevar a cabo una política exterior eficaz a menos que estén equipados con una gran estrategia coherente. Martel también advirtió que la guerra a menudo representa un fracaso de GS14.
Hal Brands (1983- ) apoya la perspectiva sobre la relación de la política exterior y la GS, considerado esta última como una arquitectura intelectual que da forma y estructura a la primera15, así como la forma más elevada del arte de gobernar. Además, defendió que la GS es la lógica que ayuda a los estados a navegar en un mundo complejo y peligroso, una lógica conceptual que asegura que sus instrumentos (desde la diplomacia hasta la ayuda extranjera y la fuerza militar) se empleen de manera que maximicen los intereses centrales de una nación16. En cuanto al marco temporal, entendió que GS media entre acciones a corto plazo y metas a medio y largo plazo, destacando su estrecha relación con la delimitación temporal.
Taliaferro, Ripsman y Lobell consideran la GS como el principio organizador o modelo conceptual que anima todas las relaciones del Estado con el mundo exterior, con el propósito de asegurarse y maximizar sus intereses17. Además, podemos considerar algunos enfoques en la política, como Kennedy, quien sostiene que «el quid de la gran estrategia [...] está en la política, en la capacidad de los líderes de la nación de reunir todos los elementos, tanto militares como no militares, para la preservación y mejora a largo plazo de la nación»18. El aspecto instrumental llega al máximo en su visión de GS19. Además, como considera P. Feaver, cualquier plan o política que abarque esfuerzos en este sentido de la consecución de los intereses nacionales es una GS. Como Stolberg explicó perfectamente al citar a Stephen D. Krasner, una GS es un aspecto clave de la política que funciona como un marco conceptual para la descripción de cómo el Estado- nación ve el mundo y proyecta cómo debería ser con un conjunto de políticas, e insiste:
«Una gran estrategia representa el "gran diseño" y representa "el mosaico general en el que encajan las piezas de política (y estrategia) específicas". Es el "concepto unificador" que guía o dirige todas las demás políticas relacionadas con la seguridad nacional. La política nacional solo puede establecerse después de que se hayan identificado las metas y objetivos generales de seguridad nacional. Es la gran estrategia la que determina esos propósitos y objetivos […] En términos jerárquicos, la gran estrategia representa el nivel o tipo de estrategia más alto»20.
Resumiendo, podemos responder parcialmente algunas de las preguntas planteadas anteriormente. Hemos visto cómo el término GS se empleaba con cierta prioridad antes del siglo XXI, aunque hoy en día ha sido reemplazado por los conceptos integrados en las ESN y, en muchas ocasiones, han sido utilizados como sinónimos. Podemos suponer que este cambio ha sido provocado principalmente por los nuevos sentidos más amplios de seguridad. Sin embargo, un cuestionamiento importante es el aspecto de convergencia de ambos términos y la posible recuperación de GS como el significado principal a medida que las estrategias militares adquieran cada vez más importancia. Si damos la definición de ESN como aquella que «representa el plan de una nación para el uso coordinado de todos los instrumentos del poder estatal, no militares y militares, para perseguir objetivos que defienden y promueven el interés nacional» y como actividad o «proceso planificado, sistemático y racional»21, podemos pensar que el concepto ESN está evolucionando hacia la convergencia con GS.
El enfoque de Clausewitz, basado en su consideración del objeto político como el motivo original de la guerra, puso la política en el centro de la estrategia. Definió la estrategia como el uso de compromisos para el objeto de la guerra y consideraba que la guerra es una continuación de la política por otros medios22. Su pensamiento sobre la guerra se basaba en la subordinación de esta a la política, es decir, la guerra es un instrumento de la política. Un escritor reciente ha adoptado completamente esta perspectiva, el ya mencionado Colin S. Gray23. Para Gray, la guerra, de hecho, más ampliamente, el comportamiento militar, es por definición de estricta de naturaleza política24. La dependencia mutua es clara: la política proporciona a la estrategia su propósito, mientras que la estrategia proporciona a la política la forma en que ese propósito puede realizarse en la práctica. Además, entendía la GS como la dirección y el uso que se hace de cualquiera o todos los activos de una comunidad de seguridad para los propósitos de la política según lo decidido por esta (comunidad), como la teoría y la práctica del arte de gobernar en sí misma. La naturaleza del proceso estratégico, y su factor más influyente, es siempre la política, pero para que el concepto de GS tenga integridad intelectual debe admitir una conexión necesaria con la fuerza militar como una característica definitoria, pero no la única25.
En segundo lugar, Gray no separó la estrategia de la táctica, pero de una manera paradójica. Ambas forman una unidad, pero se distinguen porque una se ocupa de los propósitos y la otra actúa como instrumento. Como unidad, la estrategia es pura instrumentalidad porque tiene un uso político intencional. La estrategia en la práctica es simplemente táctica y, por esta razón, siempre debe ser consciente de las consecuencias de la amenaza y la acción militar en el curso de la acción y en los sucesos políticos posteriores. Gray expone la estrategia como una concepción invariable y permanente de la relación entre política y guerra, mientras que las estrategias sectoriales tienen unos caracteres variables, impulsados, pero no impuestos por sus contextos únicos y cambiantes. La estrategia para Gray es una actividad humana inmutable, así como un arte práctico y una ciencia aplicada, sin perjuicio de que, en sus desarrollos concretos, las estrategias sean contextuales, geográficas, temporales y adaptadas a circunstancias dinámicas.
Finalmente, una concepción esencial de la teoría de este autor es la idea de que la estrategia sirve como «el puente entre el poder militar y el propósito político»26. Como argumenta, la estrategia es un sistema que permite la cooperación funcional entre comportamientos categóricamente distintivos en el interés de promover algún propósito común y, en este sentido, solo tiene valor cuando sirve de puente entre el propósito, el objetivo y la acción27. Siempre que el resultado de este puente tenga un efecto directo y estratégico, su significado político habrá tenido una dirección para el uso de los medios por las vías elegidas a fin de lograr los fines deseados. Este enfoque otorga a la estrategia una visión funcional y práctica para alcanzar a siete contextos diferentes: político, sociocultural, económico, tecnológico, militar, geográfico e histórico
Las ventajas políticas derivadas de una idea clara sobre las ESN y la GS son enormes. Reproduciendo las ideas de Stolberg, los propósitos de estas frente a la ciudadanía son:
1) sirven como un constructo para los departamentos gubernamentales y/o ministerios (así como para los órganos legislativos y judiciales), para asegurar que comprendan la intención (enfoque o dirección) que el liderazgo superior electo desee en áreas seleccionadas de la NS. Una estrategia relacionada con la SN puede ser un documento unificador para el poder ejecutivo (de un gobierno democrático) diseñado para crear un consenso interno sobre la estrategia exterior, de defensa, diplomática, económica y, por supuesto, de seguridad nacional; 2) pueden funcionar para informar al cuerpo legislativo dentro de una democracia sobre los recursos para la estrategia en cuestión, y así facilitar los procesos de autorización y aprobación; y 3) tienen la capacidad de ser una herramienta de comunicación estratégica para audiencias nacionales y extranjeras28.
En este punto, GS y las escuelas de relaciones internacionales se encuentran en la discusión. Específicamente, Milevski considera que: «En este nivel, los académicos ya no discuten estrategias, sino ideologías o, dentro de la academia, escuelas de relaciones internacionales. El debate sobre la gran estrategia ahora gira en torno a la adecuación del realismo en comparación con el liberalismo o cualquier otra teoría de cómo funcionan las relaciones internacionales, más que en las formas y medios de lograr objetivos particulares»29.
En particular, la perspectiva realista en los estudios estratégicos se divide en tres etapas: clásica (Hallett Carr, Morgenthau), neorrealista, dividida después en dos escuelas separadas en el llamado realismo defensivo y el realismo ofensivo30 (Waltz, Mearsheimer, Jervis), y neoclásico (Gideon Kose, Norrin Ripsman, Jeffrey Taliaferro, Steven Lobell)31. Algunos comentaristas han negado supuestos idénticos entre el realismo en las relaciones internacionales y los estudios estratégicos considerando que no comparten supuestos ontológicos. En cambio, se podría defender que su similitud radica en el acuerdo sobre la «discordia» en la política internacional y, por ende, el hecho de crear y usar la fuerza32.
En el caso de la discordia, hay tres posibilidades: quienes defienden que el poder, como principal causa de conflicto, imposibilita la armonía de intereses (Carr y Morgenthau); quienes defienden una visión del sistema internacional anárquica, con competencia respecto a la seguridad, en el que el interés principal es la supervivencia (Waltz) o la ventaja (Mearsheimer); y quienes lo atribuyen a la incertidumbre, el poder y la influencia (Ripsmand, Taliaferro, Lobell)33. Sin embargo, las diferencias son considerables en tres sentidos: en el estado-centrismo, en el comportamiento del actor y en la imprevisibilidad. En el primero, el realismo tiende a poner a los Estados, las alianzas internacionales y las superpotencias como actores principales, mientras que los estudios estratégicos suelen considerar el comportamiento de cualquier otro actor involucrado. Para el realismo, el comportamiento tiene que observarse en sus impulsores profundos y subyacentes, mientras que, para el estratega, es más preciso analizar las causas inmediatas y precipitantes. La tercera diferencia está relacionada con la imprevisibilidad asociada con la tríada clásica: interacción, azar y fricción. Para la mayoría de pensadores estratégicos, estos son factores ineludibles a tener en cuenta si se ha de ser realista en un sentido amplio del término.
El realismo es la teoría más influyente en los estudios estratégicos y, como aconsejó Wohlforth, es imposible comprender los estudios contemporáneos sin una base en su tradición34. En definitiva, el realismo estratégico debe ser consciente de los peores escenarios y estar dispuesto a utilizar sus fuerzas de acuerdo con sus estrategias35. Según Alonso Baquer, «El juego de las relaciones internacionales funciona mejor cuando en un espacio regional todos los poderes soberanos están en estado de defensa. Y es que, aunque solo sea por realismo político, parece obligado a exigir que todas las naciones tengan una capacidad operativa similar a la de sus vecinos»36.
En cualquier caso, las circunstancias para estar en condiciones de defenderse tienen que cumplirse sobradamente ya sea en las GS, ESN o en las sectoriales. Sin embargo, Baquer considera también que «El plano de análisis verdaderamente estratégico en el que se pueden diferenciar los modelos auténticos es el de la gran estrategia, la estrategia total o la estrategia global, que es el de la dialéctica "acción-disuasión". Es el plano en el que hablamos de fuerzas necesarias y no solo de fuerzas disponibles o de fuerzas en presencia»37.
Tal y como argumentó Calvo Albero, «el papel destacado que ha jugado España en la historia no se corresponde con la importancia de su pensamiento estratégico»38. No obstante, en la segunda mitad del siglo XX hubo un renacimiento del pensamiento estratégico39 en este país. No es que España careciera de pensadores estratégicos, pero tampoco ha sido posible crear una escuela de pensamiento estratégico mínimamente homogénea o iluminar a ningún pensador de prestigio universal. En España, la literatura sobre estrategia ha sido ampliamente desarrollada por pensadores militares, centrándose en la conducción militar de la guerra principalmente. Algunos de los más famosos han sido: Álvaro de Navia-Osorio, marqués de Santa Cruz de Marcenado (1684- 1732), Juan Sánchez Cisneros (1769/1770-1838), Evaristo San Miguel (1785-1862), José Almirante (1823-1894), Francisco Villamartín (1833-1872), Martínez Campos (1831-1900), Manuel Díez-Alegría (1906-1987), Alonso Baquer (1932-) o Juan Cano Hevia40.
Por otro lado, Calvo Albero ha insistido en el necesario enfoque pragmático que deben desarrollar los estudios estratégicos41. Lo basa en el enfoque integral de la seguridad, el multilateralismo, la resiliencia, la sostenibilidad y la transparencia para actuar con realismo, con base en el largo plazo y preparándose para lo excepcional. Este enfoque integral e integrador corresponde a aquellos teóricos que consideran la estrategia como una práctica que empieza con la reivindicación de esta con una perspectiva más amplia desde el posestructuralismo y las teorías culturales, considerando las prácticas como la unidad más pequeña de análisis42. Hay tres posiciones influyentes: i) Perspectivas que se basan en el trabajo de Pierre Bourdieu y estudian la seguridad como un campo de práctica diferenciado; ii) el enfoque de la comunidad de la seguridad, que sostiene que la seguridad está integrada en las estructuras comunitarias; y iii) Perspectivas relacionales que estudian las relaciones que producen seguridad.
La teoría de la práctica de Andreas Rockowitz considera que hay tres formas de hablar sobre la acción: la teoría de la elección racional, el constructivismo normativo y las teorías culturales. El primero toma la interacción estratégica de individuos impulsados por intereses como el principal factor explicativo y, el segundo, asume que los individuos son impulsados por normas y que un consenso normativo puede explicar la coordinación de acciones individuales43. En la teoría cultural aplicada a los estudios de seguridad, existe una rama que sustenta la idea del textualismo centrado en las estructuras externas de significado. Las teorías de la práctica difieren: «”El enfoque no es únicamente interno (dentro de la mente de los actores), ni externo (en alguna forma de estructura” (Bueger y Gadinger 2015: 6). Las prácticas están entre el interior y el exterior. Los teóricos de la práctica, por tanto, “identifican lo social en la mente (dado que los individuos son portadores de prácticas), pero también en estructuras simbólicas (dado que las prácticas forman estructuras y patrones de acción más o menos extrasubjetivos)”»44.
Hay un desarrollo específico de esta teoría, que considera la «seguridad como una agenda práctica y de prácticas». Tiene dos argumentos principales: en primer lugar, pretende ir más allá del enfoque en las prácticas lingüísticas de la investigación tradicional de securitización, para incluir aspectos materiales en el análisis; y, en segundo lugar, refuerza la idea de producción cotidiana de seguridad. Como esta metodología se basa en una agenda empírica, un paso importante concluye en el intento de «ir más allá del texto, ya que es difícil reconstruir las prácticas a partir de documentos. La intención es explorar el espectro más amplio de métodos etnográficos»45.
Más allá de considerarla o ser solo un mero documento, una estrategia tiene que ser capaz de servir como una práctica registrada cuya principal contribución esté destinada a asegurar el rumbo de la política relacionada con la seguridad nacional. Sería prometedor que la parte documental se esté convirtiendo en uno de los recursos para desarrollar una nueva valoración para la SN y los estudios estratégicos en la cultura propia de las SN o la llamada cultura de defensa.
La GS ha de considerarse como una elaboración conceptual que está ligada a una visión de largo alcance, metodológicamente planteada y prolongada en el tiempo. Es un término integral que, simultáneamente, significa claridad de objetivos, forma de lograrlos y uso racional de los instrumentos. Por tanto, viene a significar la proyección y desarrollo del pensamiento en el tiempo y el espacio y en la escala necesaria.
Los debates sobre el par Relaciones Internacionales y Estudios Estratégicos indican que, para entender el valor y el papel de las ESN o las GS, debemos considerar tanto la cultura como la política internacional. Sobre esta base, las coalescencias previsibles entre estudios estratégicos y profesionales afines son indispensables para lograr una mejora en el desarrollo de este tipo de documentos estratégicos.
En conclusión, las GS han de cobrar una nueva relevancia ante el aumento de las tensiones estratégicas a nivel mundial, demostrando la convergencia de su significación con respecto a las ESN. Para garantizar la seguridad, las políticas de una nación tienen que funcionar estratégicamente y mediante aproximaciones realistas, prácticas e integrales se logra el enfoque teórico necesario para abordar las políticas de seguridad más allá de sus documentos.
María José Frade Valentín, Investigadora predoctoral
Referencias:
1MILEVSKI,Lukas. “Laevolucióndelpensamientomodernodelagranestrategiamoderna”,Oxford University Press, 2016.
2AZNARFERNÁNDEZ-MONTESINOS,Federico.Ladécadade2020.Elfuturonoestáescrito.Reflexiones sobre la evolución del pensamiento estratégico. Instituto Español de Estudios Estratégicos. Ministerio de Defensa, 2020.
3 MAHNKEN, Thomas G. & MAIOLO, Joseph A. (Ed.). Strategic Studies: A reader. Routledge, 2014
4Op. Cit. MILEVSKI, Lukas.
5 Ibid.
6 Ibid.
7 Ibid. V. pp. 108 y ss.
8 Ibid
9 BALZACQ, T., DOMBROWSKI, P., REICH, S. “Comparative Grand Strategy. A framework and cases”, Oxford University Press, 2019.
10Op. Cit. AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS, Federico.
11 Ibid.
12 GADDIS, John Lewis. On Gran Strategy. Penguin Books, 2018.
13 BRODIE, B. “Strategy as an art and a science”, Naval War College Review, vol. 12, nº 2, art. 2, 1959.
14Op. Cit. BALZACQ, T., DOMBROWSKI, P., REICH, S.
15 Ibid.
16Op. Cit. MILEVSKI.
17Op. Cit. BALZACQ,DOMBROWSKI,REICH.
18 Ibid.
19 Ibid.
20STOLBERG,AlandG.HowNationalStatesCraftNationalSecurityStrategydocuments.StrategicStudies Institute. U.S Army War College, 2012.
21 Op. Cit. STOLBERG.
22 FREEDMAN, L. “Strategy: A History”, Oxford University Press, 2013.
23 Ibid.
24 GRAY, Colin S. Strategy and Politics. Routledge, 2016.
25Op. Cit. MILEVSKI.
26 GRAY, Colin S. Strategy and History: Essays on theory and practice. Routledge, 2006.
27 GRAY, Colin S. “The Strategy Bridge: Theory for practice”, Oxford University Press, 2010.
28Op. Cit. STOLBERG.
29Op. Cit. MILEVSKI.
30 V. WOHLFORTH, William C., Realism and Security Studies. En:DUNN CAVELTY, M., BALZACQ, T. (Ed.) (2017). Routledge Handbook of Security Studies (2nd ed.). Routledge.
31 DOESER, Fredrik, FRANTZEN, Filip. “The strategic and realist perspectives: An ambiguous relationship”,Journal of Strategic Studies, 2020.
32 Ibid.
33 Ibid.
34Op. Cit. DUNN CAVELTY, M., BALZACQ, T. (Ed.).
35 ALONSO BAQUER, Miguel. Modelos estratégicos. Instituto Español de Estudios Estratégico, 1988.
36 Ibid.
37 Ibid.
38 CALVO ALBERO, José Luis. “El pensamiento estratégico militar en España e Iberoamérica”, Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidadesy Relaciones Internacionales, año 22, nº 44, 2020.
39 Ibid.
40 RODRÍGUEZ PALOMAR, Pablo R. Estrategas militares españoles de los siglos XIX y XX. Fundamentos de la Estrategia para el siglo XXI. CESEDEN. Ministerio de Defensa, 2004.
41 CALVO ALBERO, José Luis. Las claves de la seguridad y la defensa en España y Europa en el siglo XXI. La necesidad de un enfoque pragmático. Documento de Opinión IEEE 119/2020.
42 BUEGER, Christian, en Op. Cit. DUNN CAVELTY, M., BALZACQ, T. (Ed.).
43 Ibid.
44 Ibid.
45 Ibid.
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