Hace cuatro años, Tiger Woods (nada menos), una de las celebridades del golf de todos los tiempos y que no era precisamente un pegador “corto”, lanzó una advertencia: “Habrá que revisar ciertas reglas, porque las canchas están quedando obsoletas ante el avance de la tecnología y la potencia de los jugadores”. Habían pasado dos décadas ya desde su fulgurante irrupción, cuando solía tener un promedio de alcance de 270 metros con su driver (el palo de salida, con el cual se alcanzan las mayores distancias). Número que fue quedando empequeñecido en comparación con estos tiempos, en los que su compatriota Bryson DeChambeau llega a superar una media de 320 metros, con tiros que alcanzan los 350/360 metros, a una velocidad cercana a las 200 millas (321 km/h). En el circuito de estos tiempos, Tiger estaría fuera de los 100 primeros en distancias... ¡Tiger Woods!
A comienzos de año, con el reestablecimiento progresivo de las actividades post pandemia, las dos entidades que rigen las reglas del golf, el Royal and Ancient (R&A) de Saint Andrews (Escocia) y la United States Golf Association (USGA), se manifestaron partidarias de introducir cambios en el corto plazo con el fin de “evitar riesgos para nuestro deporte. Debemos asegurarnos de que el golf pueda seguir vivo durante 100 años y más tiempo también”, fue el argumento, sin minimizar el estado de alarma en el que se encuentran. ¿Cuáles serían esas medidas drásticas? Una de ellas, achicar la longitud de los palos. Con la consigna “Hay que frenar a los DeChambeau”.
El avance tecnológico con los materiales de los palos y las pelotas de golf ha causado estragos. Lo mismo sucedió en su momento con el tenis y las raquetas. La velocidad y la potencia se incrementaron de manera increíble. Si uno observa videos del tenis de los años 70, advertirá las enormes diferencias que existen entre “aquel tenis” y “este tenis”, más allá de que puedan vislumbrarse jugadores de características similares.
El tenis estuvo en el centro del debate un buen tiempo. Y no sólo cuando los jugadores empezaron a tener otra envergadura física, a ser en promedio mucho más altos: pasó antes cuando el estadounidense John McEnroe, con su servicio “American Twist”, sometía a los rivales sin piedad en las canchas rápidas, sobre todo, sobre el césped de Wimbledon. ¿Qué se decía en esos años 80? “Frenemos a McEnroe”. ¿Cuál era la propuesta? Una, anular uno de los saques, que hubiera uno solo para que se arriesgara menos. ¿Otra? Achicar el cuadrado de saque para dificultar el pique y proponer un servicio menos potente. ¿Una más? Subir la red.
Como puede apreciarse, todas las “reglas mágicas” estaban apuntadas a destruir a un jugador (y los que vendrían) que había cometido la osadía de tener un saque fantásticamente incopiable e ingobernable. El tenis siguió su curso y cambió algunas cosas: un pasto más lento en el All England, un polvo de ladrillo más veloz en las canchas europeas para atraer a los jugadores que le escapaban a las superficies lentas. Pero se sigue jugando con dos saques, el mismo cuadro de saque (6,40 de largo) y la red a 1,07 de alto (0,914 en el centro). Y McEnroe lejos estuvo de desnaturalizar el deporte de las raquetas. Lo mismo que antes pasó con Roscoe Tanner y después con Goran Ivanisevic, Mark Philippoussis, John Isner, Sam Querrey, Alexander Zverev, Roger Federer, (y siguen las firmas)
El golf no quiere riesgos y ya anunció la posibilidad de hacer su “gran cambio” a partir del 1° de enero de 2022. Desde que llegó a la elite del golf, el Bombardero DeChambeau se ha transformado en el centro del marketing. Primero fue porque pegaba largo como pocos. Después por su dieta hipercalórica para transformarse en el jugador/patovica que subió 20 kilos para ganar distancia. Más tarde porque era lento para jugar, lo cual generó la disputa de egos con su compatriota Brooks Koepka que mantiene a todo el ambiente expectante y moviliza a los fanáticos. Y ahora, la decisión de los entes reguladores del golf que quieren “blindar” sus torneos de un peligro llamado “Bryson”. ¿Cómo? Limitando la longitud del driver a 46 pulgadas, es decir, 1,17m. Ello después de que el californiano haya experimentado con el llamado “Cañón” esta temporada, un driver de 48 pulgadas de largo (1,22m).
Consideran la R&A y la USGA que la longitud de los palos está directamente relacionada con los grandes problemas que tiene hoy día el golf con las distancias. Confirmaron que una regla local especialmente creada “estará disponible a partir del 1° de enero de 2022 para proporcionar a los que dirigen competiciones de golf profesionales o amateurs de élite “la opción de limitar la longitud máxima de un palo de golf a 46 pulgadas”. En esta medida quedan excluidos los putters (palos que se utilizan sobre el green a la hora de tratar de embocar).
¿Qué harán las entidades? Todo indica que se regirán por la nueva medida para sus torneos Majors, el British Open y el US Open, del año próximo. En el caso del Masters de Augusta y del PGA Championship, los dos otros certámenes grandes, habrá qué ver qué decisión toman.
La reacción de DeChambeau fue sorprendente: “Es un poco halagador en cierto sentido que hayan pensado en esa medida. Durante mucho tiempo hablé de ese driver de 48 pulgadas y no me funcionó como quería. Es realmente genial ver que hay algún cambio en las conversaciones que he tenido”. Lo dice el hombre capaz de realizar tiros imposibles; de jugar por arriba de los árboles cuando nadie se le anima a esa trayectoria, o de tirar por arriba del agua, cruzando en diagonal, cuando la mayoría opta por lo seguro: jugar en dos golpes en líneas rectas.
Otro que estaba probando un driver más largo era el afamado Phil Mickelson, de unas 47,5 pulgadas. Su mirada fue más crítica: “Esto es patético”, escribió en Twitter. “1º promueve un swing más corto y violento (propenso a las lesiones), no permite la longitud de arco para crear velocidad, y durante nuestro 1er boom del golf en 40 años, nuestro organismo de gov amateur sigue intentando hacerlo menos divertido”.
Hace un año, el español Jon Rahm habló sobre DeChambeau y el cambio de reglas. Utilizó como ejemplo el campo de Valderrama, en España. “Para todas las personas que dicen que se necesita cambiar la pelota por la distancia… Yo me llevaría a Bryson DeChambeau a Valderrama y verás cómo todo ese poder se neutraliza, todo ese poder se va al diablo y no puede usarlo. Llévalo a Le Golf Nacional en Francia. No hay espacio para pegar drives como él está haciendo. Hay una manera de combatir la distancia y no es haciendo campos más largos o cambiando la pelota porque eso sólo ayudará a los pegadores más largos. Se trata de hacer campos de golf más estrechos y más técnicos, donde en lugar de pegar el driver tengas que usar un hierro desde el tee y así no podrás pegar 350 yardas. La forma de neutralizar esto es con el diseño de los campos”, sostuvo Rahm.
¿Qué pasará con el golfista aficionado? Mike Whan, el director ejecutivo de la USGA, dividió las aguas: “Hemos trabajado estrechamente con nuestros socios de la industria para garantizar que el futuro del golf siga siendo sólido. Hay que reconocer que esta no es la “respuesta” al debate/problema de la distancia en general, sino una simple opción para los eventos competitivos.
“Es importante señalar que no se trata de una regla de golf y, como tal, no es obligatoria para el golfista recreativo medio. Más bien, se trata de una herramienta disponible para quienes dirigen eventos competitivos”.
Ganador de 18 Majors, el mítico Jack Nicklaus dijo alguna vez: “El golf no es sólo potencia. También es precisión, mentalidad, destreza”. Por las dudas, quienes manejan las reglas, que seguramente le tienen un enorme respeto al Oso Dorado, no quieren correr riesgos con su deporte (y con el negocio).
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