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Antes, mucho antes, los jeans no eran ni un objeto de deseo, ni un ícono de la cultura popular, ni la prenda de los chicos malos de Hollywod, ni siquiera el uniforme de miles de millones de personas en el mundo. Antes, en el momento de su invención, eran una prenda rústica pensada para enfrentar las condiciones más extremas del ambiente.

Los pantalones de jean, quizás la prenda más icónica del planeta, nacieron en el siglo XIX en Estados Unidos y de la mano de un empresario alemán y un sastre de origen judío. En 1871, un inmigrante de Alemania llamado Levi Strauss pensó en utilizar la tela de las carpas que vendía en su negocio de San Francisco para confeccionar ropa resistente para los buscadores de oro, quienes viajaban a California con la esperanza de llenarse los bolsillos con el hallazgo de las pepitas doradas.

Tras agotar el stock de este género, recurrió a una tela de origen medieval conocida como serge de Nimes, que más tarde se haría mundialmente conocida por su abreviatura: denim. En 1873, él y el sastre Jacob Davis patentarían el primer par de pantalones, que no se parecían demasiado a las versiones sofisticadas que se venden hoy en día en millones de comercios de todo el mundo.

Lejos de cuidar la estética, estos pantalones de tela gruesa y marrón buscaban ser resistentes para que los buscadores de oro los pudieran gastar en sus exigentes jornadas de exploración y sus noches a la intemperie. Con rapidez, también lo adoptaron los mineros, los trabajadores del ferrocarril y otros obreros que necesitaban prendas durables que no se rompieran durante el transcurso de sus labores forzadas.

Entre las modificaciones propuestas, los proveedores genoveses del género se encargaron de teñir la tela de un tono azul índigo procedente de la India, que le dio el color estándar que tienen los pantalones de hoy. Por su parte, Davis decidió colocar una serie de remaches en algunos sectores más débiles para reforzar su durabilidad, y así remachó los bolsillos o el final de la bragueta, para evitar que la prenda se desarmara.

Tras varios ensayos, el lote ganador de los inventores fue el 501. Ese fue el nombre que llevó el modelo más icónico de Levi’s, que se comercializó por décadas y que aún se vende como el diseño tradicional de los “blue jeans”. Este modelo incluye los típicos cinco bolsillos: dos traseros, dos delanteros y una pequeñísima solapa que genera la confusión de muchos.

La leyenda asegura que Levi Strauss diseñó este bolsillo diminuto para que los vaqueros del Oeste norteamericano guardaran los relojes que sostenían con una cadena. La tela más gruesa de los jeans protegía más sus artefactos que los tradicionales chalecos finos donde los guardaban antes.

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Levi Strauss creó el jean en 1871.

118 años sin Levi Strauss: el creador de los pantalones más famosos del mundo

Su bajo costo y su notable durabilidad en relación a otras prendas de vestir hicieron que sus niveles de ventas se mantuvieran incluso después del Jueves Negro de 1929 y la Gran Depresión, que redujo de forma considerable la capacidad de compra en Estados Unidos. El dinero escaseaba, por lo que invertir en un par de pantalones baratos que durarían por años parecía una apuesta razonable.

Para la Segunda Guerra Mundial, los pantalones ya formaban parte de los lotes que Estados Unidos enviaba a las tropas aliadas para sus soldados, que debían enfrentar, otra vez, condiciones rudas del ambiente. No había moda; sólo pura necesidad.

¿Cómo sucedió entonces? ¿Cómo unos pantalones toscos y asociados a los vaqueros furibundos, los obreros más humildes, los buscadores de oro más marginales, se convirtieron en una prenda que puede costar hasta 200 euros si llevan la etiqueta de Calvin Klein o si los compran los más encumbrados líderes mundiales?

La leyenda asegura que fue gracias a los más rebeldes. En los años 50, los chicos malos del star system de Hollywood, como Marlon Brandon o Elvis Presley, se dejaron ver con esta prenda rústica. La cadera de Elvis se movía al ritmo del rock and roll en unos movimientos escandalosos y enfundada en un pantalón de denim oscuro con notorios pespuntes en blanco. Marlon, que junto a James Dean parecía canalizar los deseos de una naciente cultura pop, se dejaba ver con motocicletas y el clásico modelo Levi’s sin desgastar. Y aún circula la recordada foto de Marilyn Monroe que, antes de ser famosa, posaba con un par oscuro y una camisa roja anudada arriba de la cintura.

Aún no existían los modelos rasgados, los nevados, los de botamanga acampanada o de corte tipo chupín. Eso llegaría más tarde. Pero la rebeldía de los jóvenes de Hollywood logró convencer a una generación entera de que esa prenda tosca del mundo obrero era también una vestimenta cómoda que se adaptaba a todo tipo de usos. Los jóvenes de esa segunda mitad del siglo XX los incorporarían como una bandera, un acto de rebeldía frente al lino y el piqué de las generaciones previas, de la línea planchada de los modelos de vestir.

En la década del 60, en pleno auge del Flower Power, los diseñadores de San Francisco ya imponían la moda del denim para hombres y mujeres. Las botamangas se ensancharon y los jóvenes se dejaban ver con versiones raídas o descosidas. Desde las tiendas propusieron bordar flores coloridas para tapar los agujeros de los ejemplares más desgastados. Así, dieron lugar a un nuevo símbolo de la moda que fue rescatado en las pasarelas de Gucci en los 2000.

Aunque el pantalón llegó al mundo femenino en 1940, cuando las mujeres sumaron esta prenda al guardarropa para ocupar los puestos en las fábricas que los hombres dejaron vacíos para alistarse en la guerra, en 1970 llegó un nuevo concepto, que asociaba al denim con la elegancia y la sensualidad femenina.

Al novedoso diseño de Vanderbilt se sumaron las polleras de jean. En sus primeras versiones, eran largas hasta los pies y hechas a partir de antiguos pantalones reciclados, una verdadera tradición de la cultura hippie. Sin embargo, la prenda evolucionó hasta sumarse a la tendencia de las minifaldas y permanece hoy en una gran diversidad de largos y diseños.

La influencia hippie ensanchó hasta la exageración las botamangas de los pantalones, por lo que los modelos que se fabricaban parecían haber olvidado el corte bota, una tendencia que nació de los marineros que necesitaban pantalones de mangas angostas que les permitieran colocarse las botas sin problemas. Estas versiones achupinadas tuvieron su regreso en los 80 y pueden verse en las vidrieras de manera intermitente desde entonces. Hoy en día, es el corte más aceptado en la vestimenta moderna.

En los años 80, más de un siglo después de la creación de esta prenda, la llegada de las telas elastizadas logró abrir un nuevo universo para los blue jeans. En esos años nacieron los pantalones pitillo, bombilla, chupines o skinny jeans, que se ceñían al cuerpo de forma furiosa y dotaban de mayor sensualidad a una prenda que, cien años atrás, era considerada casi como una herramienta de trabajo.

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Su bajo costo y su notable durabilidad en relación a otras prendas de vestir hicieron que sus niveles de ventas se mantuvieran incluso después del Jueves Negro de 1929.

El mundo de rock tomó esta tendencia con gran entusiasmo, por lo que era común ver a los rockeros más célebres con pantalones ajustadísimos que dejaban ver sus piernas delgadas recorriendo de un lado a otro los escenarios.

Si bien los pantalones de jean son una tendencia a nivel mundial, cada cultura parece incorporarlos de forma diferenciada y suelen convivir distintas corrientes en diferentes regiones del mundo. Aunque el color azul se mantiene como un estandarte, la tonalidad y el nivel de desgaste y hasta las técnicas de teñido varían con los años. También la altura de la cintura, que hace que los pantalones cubran o descubran el ombligo a medida que pasan los años. Las botamangas, el uso del elastizado y hasta los rasgados también entran y salen de las dinámicas de la moda.

Lejos de caer en el olvido, esta prenda parece ser la materia prima para nuevas invenciones. Con bordados, técnicas de teñido nevado o el regreso a las versiones más originales, los diseñadores de indumentaria le hacen tributo a la patente de Levi Strauss de todas las formas posibles. Su vieja practicidad, sumada a las nuevas inventivas, los posicionan como uno de los artículos más consumidos en el mundo y es raro conocer a una persona que no posea al menos un par en su guardarropa.

Sin embargo, la masividad indiscutida del jean se vio amenazada en los últimos años por una nueva usanza del mundo femenino: las calzas, leggings, o pantalones de yoga. El año pasado, el diario Chicago Tribune describió las estrategias de las principales marcas asociadas al denim para que más mujeres regresen al tradicional pantalón de cinco bolsillos y abandonen las versiones cómodas y elásticas que deberían permanecer en los gimnasios y clases de yoga.

Según remarca, el 2017 fue el primer año en que las importaciones norteamericanas de pantalones elásticos como las calzas superaron en volumen al ingreso de las tradiciones prendas de denim. Aunque las principales etiquetas como Calvin Klein, la propia Levi’s o Tommy Hilfiger aún se mantienen como íconos de la moda actual, la industria parece necesitar de una nueva reinvención para que los toscos pantalones obreros se mantengan vigentes y lleguen, otra vez, a la generación que está por venir.

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