Chris Paul se ha convertido en el jugador de moda en la NBA. A sus 36 años uno de los mejores bases de las últimas décadas parece empezar a encontrar el reconocimiento que muchas veces se le ha negado por su carácter o por la ausencia de títulos y galardones individuales en su palmares.

El base, que en 2017 firmó un contrato con los Rockets por 160 millones de dólares ("El peor que hemos visto en el mundo del deporte", aseguró el dueño de la franquicia años más tarde) parecía haber llegado al final de la escapada y fue señalado como uno de los responsables de la doble eliminación de los Rockets ante los Warriors en 2018 y 2019 siendo, además, señalado como un elemento tóxico en el vestuario texano y en su relación con Harden. Parecía que la NBA ya había visto lo mejor de CP3.

Nada más lejos de la realidad. El base todavía tenía que impartir muchas lecciones en la cancha. Primero en Oklahoma, donde consiguió meter en playoffs a un equipo defenestrado. Y esta temporada en Phoenix donde ha sido capaz de poner a la franquicia de Arizona en el siguiente escalón y convertirle en una de las grandes alternativas de poder en el Salvaje Oeste.

De momento ha logrado meter al equipo en segunda ronda (algo que no sucedía desde 2010) y está a un paso de lograr el pase a las Finales de Conferencia con un baloncesto total y una capacidad de liderazgo fuera ya de toda duda.

El base, que ha rechazado renovar por los Suns por 44 millones de dólares y aspira a un último gran contrato, está sentando cátedra en estos playoffs con números decisivos (27 puntos, ocho asistencias y 67% desde el triple) como los que firma en los últimos cuartos de la serie ante los Nuggets: 10 puntos por partido, 12 de 13 en tiros de campo, ocho asistencias...y cero pérdidas. Cifras que muestran la influencia de un Paul al que muchos acusaron de tóxico y cuyos 41 millones de dólares por temporada ahora se han convertido en la gran ganga de la NBA.

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Joel Embiid es la gran figura de unos Philadelphia 76ers que ya miran a las Finales del Este tras recuperar el factor cancha ante los Atlanta Hawks. Sin embargo tan decisivo como el pívot africano fue Ben Simmons, que supo sacar provecho de su mayor tamaño ante la defensa de Trae Young y firmó 18 puntos y siete asistencias fundamentales para la victoria del equipo de Doc Rivers.

Una de las grandes armas con las que los Hawks pueden luchar contra el poderío físico de los Sixers son sus tiradores, pero en el tercer partido de la serie los de Georgia no tuvieron su mejor día desde el perímetro. El equipo de Nate McMillan apenas anotó seis de los 23 triples que intentó. Especialmente fallones estuvieron Gallinari (cero de cuatro) y Kevin Huerter (uno de cinco).

Aaron Gordon llegó a Denver como el jugador llamado a ayudar a Jokic para llevar a los Nuggets al siguiente nivel. Sin embargo, en estos playoffs el ex jugador de los Magic no está encontrando la forma en la que ayudar a su líder, al que dejó muy solo en el tercer partido de la serie. El ala-pívot terminó con cuatro puntos (dos de 10 en tiros de campo) y cuatro rebotes en 36 minutos. Poca producción para un jugador de su talla.

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