Los artesanos de Tenenago cuentan por fin con las herramientas para defender su trabajo de los múltiples plagios que han sufrido en los últimos meses: constituyeron una ‘marca colectiva’ con un apoyo económico otorgado por la Subsecretaría de Participación Social y Fomento Artesanal de Hidalgo. Pero vamos por partes: ¿qué es una marca colectiva y por qué se necesita una figura ‘especial’ para defender un proceso artesanal?
Una artesanía, al contrario de como te enseñaron en la prepa, no es algo ‘menor’ que El Arte: es una técnica y, como cualquier otra técnica, se enseña y aprehende en sociedad y en comunidad. Necesitas de maestros y materiales, de formas y usos para saber cómo moldear una olla de barro, qué bordar en una manta o los colores y diseños que son válidos (y los que no).
Por eso, las reglas tradicionales de los derechos de autor e industriales no aplicaban para proteger de plagio a las artesanías: no es posible (ni viable) registrar cada camisa, cada taza, cada zapato, sino el proceso y las condiciones sociales y de costumbres en las que se enmarcan.
La primera victoria para las comunidades indígenas que registraron este tipo de marcas fue el juicio que la comunidad de Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca, cuando demandaron a la diseñadora francesa Isabel Marat por plagio.
Aunque la figura de la marca colectiva es relativamente nueva (alrededor del 2014 fue presentada por el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, IMPI), ya ha sido utilizada en varias ocasiones no sólo para proteger del plagio una artesanía en particular, sino para preservar formas de expresión y, por tanto, de ser de comunidades indígenas de México y América Latina:
Plagio de Isabel Marat a comunidad mixe en Oaxaca (Imagen: Especial)
La gran mayoría de las artesanías ‘tradicionales’ mexicanas son elaboradas por indígenas o por comunidades precarizadas. El caso de los bordados de Tenango no es diferente: son más de 40 municipios (ajá, no sólo Tenango) y el gremio de bordadores incluye a más de ocho mil cien agremiados.
Sus diseños, o adaptaciones ‘creativas y libres’ (o sea: pasadas por algún programa de Adobe), han sido utilizados por marcas como Mango, Nestlé y hasta la línea de maquillaje de la youtuber Yuya. Sin una marca colectiva ni mecanismos para defender sus tradiciones, poco podían hacer más que llevar a redes o a través de cartas formales a las empresas sus quejas.
Ahora, con el aval y apoyo de instituciones como el IMPI, ya pueden demandar, negociar regalías con los plagiarios o incluso exigir que se deje de comerciar el producto en litigio.
Mango plagia en un suéter bordados otomíes de la comunidad de Tenango
Platicamos con la Subsecretaría de Participación Social y Fomento Artesanal, donde nos comentaron que, primero, se le dio asesoría a la comunidad y 25 mil pesos para la constitución de la figura jurídica. El proceso es bastante sencillo, pero implica el cumplimiento de una lista de requisitos: desde descripciones del producto terminado y las técnicas utilizadas hasta los usos tradicionales de éstos. (Vía: El Universal)
El único problema… es que tomó un poco menos de cuatro años… En octubre de 2014, el entonces gobernador del estado, José Francisco Olvera Ruiz, firmó junto con el IMPI el registro de la marca colectiva para los bordadores de Tenango, pero apenas se avaló definitivamente. (Vía: El Independiente de Hidalgo)
Artesanos de Tenango demandan a Nestlé ante PGR por presunto plagio
No hay una sola propiedad, no hay una sola forma de pensar lo propio, como tampoco hay una sola forma de exigir los derechos y el reconocimiento de todos. Ahora, ¿cuánto tardaremos en reportar otro caso de plagio?
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