Un anciano se despierta en el suelo de una cabaña en una aldea del sur de la India. Está envuelto en una fina manta de algodón. A su lado, una radio transistor emite una música suave. Una pequeña hoguera de madera arde sobre el suelo, llenando el espacio con una nebulosa luz. Arriba, la techumbre de bambú de la cabaña tiene un aspecto negro y chamuscado.
Su nombre es Mallaiah Tokala, y es el jefe de la aldea Appapur, ubicada dentro de la Reserva de Tigres Amrabad en el estado de Telangana. En su frente lleva el vibhuti, la marca sagrada de ceniza blanca. No conoce su edad exacta, pero se ha adentrado en su décima década. Ha vivido en la aldea toda su vida, un período que abarca la historia tumultuosa del siglo XX de la India: el alzamiento de Gandhi, la Marcha de la Sal, el final del Raj y la llegada de la independencia, la Partición y el derramamiento de sangre que lo siguió, el asesinato de Rajiv Gandhi y el amanecer de una nueva era de violencia sectaria y terrorismo. Y ahora ha vivido lo suficiente para ser testigo de la llegada de la electricidad a Appapur, en forma de luces, radios y televisores alimentados por energía solar.
Sobre la pared de la cabaña, una sola bombilla LED brilla suavemente, conectada a través del techo a un cable negro que se alarga hasta un panel solar de 100 vatios colocado sobre el tejado de una casa de hormigón cercana. Es el resultado directo de las políticas del Gobierno central, a 1.000 millas (unos 1.600 kilómetros) al norte, en Nueva Delhi. Appapur es una "aldea solar", uno de los escaparates para el impulso del Gobierno de llevar la energía solar a pequeñas aldeas sin electricidad por toda la India.
Foto: Unos mineros extraen carbón en una de las numerosas minas de las montañas Khasi en el estado de Meghelaya.
Es una enorme tarea. De los 1.250 millones de habitantes de la India, al menos 300 millones de ellos viven sin suministro eléctrico, como los aldeanos de Appapur hasta hace un año. Otros 250 millones de indios sólo disponen de un suministro intermitente procedente de la red eléctrica decrépita de la India, que está disponible durante tan sólo tres o cuatro horas al día. La carencia de electricidad afecta a zonas rurales y urbanas por igual, limitando los esfuerzos de mejorar tanto la calidad de vida como el sector de la fabricación.
Desde que asumió el cargo en mayo de 2014, el primer ministro, Narenda Modi, ha hecho del acceso universal a la electricidad una pieza clave de las ambiciones de su administración. Al mismo tiempo, ha prometido aumentar la capacidad de energías renovables de la India hasta alcanzar los 175 gigavatios, incluidos 100 gigavatios de energía solar, para 2022. (Eso representa aproximadamente la capacidad de generación energética total de Alemania). Y ahí se encuentra el dilema energético de la India.
Ya el tercer país más emisor de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero del mundo, la India intenta hacer algo que nunca ha hecho ninguna nación: construir una economía moderna e industrializada, y llevar luz y electricidad a toda su población, sin aumentar de forma dramática sus emisiones de carbono. Sólo para cumplir con la demanda al alza de electricidad, debe añadir unos 15 gigavatios cada año a lo largo de los próximos 30 años. El país recibe la mayor parte de su electricidad de antiguas y sucias plantas a carbón. (Dispone de poca producción doméstica de petróleo y gas natural). Y sus infraestructuras energéticas están en unas condiciones pésimas. La obsolescencia de su red eléctrica fue demostrada por un apagón masivo en 2012 que dejó a más de 600 millones de personas a oscuras y atrajo la atención a un sector de servicios públicos en desorden, con una deuda acumulada estimada de unos 70.000 millones de dólares (unos 62.311 millones de euros).
Si la tendencia actual se prolonga y la India sigue el camino tradicional por el que las emisiones aumentan mientras el nivel de vida sube, resultará desastroso no sólo para los indios sino para todo el planeta. A modo de ilustración, consideremos lo que ha pasado en China. Entre 1980 y 2010, mientras creció el PIB per cápita del país por 193 dólares (unos 172 euros) para alcanzar los 4.514, sus emisiones aumentaron desde las 1,49 toneladas al año hasta más de seis toneladas al año (estas cifran proceden del Banco Mundial y el CAIT Climate Data Explorer, mantenido por el Instituto de Recursos Mundiales). Ahora China es el primer emisor de carbono del mundo. Las emisiones per cápita de la India en 2012, el último año para el que existen estas estadísticas, fueron de 1,68 toneladas al año, y su PIB de 2014 era de 1.631 dólares (unos 1.452 euros) por persona. Se espera que su población sume otras 400 millones de personas durante las próximas tres décadas, llegando a un total de 1.700 millones en el año 2050. Si India sigue un camino parecido al de China, añadirá otros 8.000 millones de toneladas de carbono a la atmósfera cada año – más que las emisiones totales de Estados Unidos en 2013.
Tal crecimiento podría fácilmente contrarrestar los esfuerzos en otras partes del mundo de limitar las emisiones de carbono, condenando cualquier posibilidad de atajar los graves efectos del cambio climático global. (En general, el mundo tendrá que reducir sus actuales emisiones anuales de 40.000 millones de toneladas por entre un 40% y un 70% antes del 2050). Para 2050, la India tendrá aproximadamente el 20% de la población mundial. Si esas personas dependen fuertemente de los combustibles fósiles como el carbón para ampliar la economía y subir el nivel de vida hasta el nivel que han disfrutado las personas del mundo rico durante los últimos 50 años, el resultado será una catástrofe climática sin importar los esfuerzos de Estados Unidos o incluso de China por reducir sus emisiones. Revertir estas tendencias requerirá transformaciones radicales en dos áreas principales: cómo la India genera su electricidad, y cómo la distribuye.
El rompecabezas del carbón
El hombre encargado de resolver este puzle es Piyush Goyal, el Ministro de Energía. (Su título completo es Ministro de Estado con Cargo Independiente de la Electricidad, el Carbón y las Nuevas y Renovables Energías). Con su herencia política (su padre, Ved Prakash Goyal, fue miembro del Parlamento y ministro del Tráfico Marítimo bajo el Gobierno del primer ministro Atal Bihari Vajpayee a principios de la década de 2000), su disposición hábil y su experiencia en la banca de inversiones, Goyal, de 51 años de edad, representa una nueva generación de políticos indios del Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas en inglés) que han llegado al poder durante el declive del antaño dominante Partido Congresista.
A pesar de los orígenes del BJP en el partido nacionalista hindú que emergió en oposición al más secular Partido Congresista, estos políticos más jóvenes tienden a ser pragmáticos, buscando fomentar el crecimiento económico a través de políticas neoliberales como la desregulación y la privatización de industrias estatales. Desde su nombramiento, Goyal se ha alzado como un defensor de las energías renovables, pidiendo inversiones de 100.000 millones de dólares (unos 89.000 millones de euros) en renovables y otros 50.000 millones de dólares (unos 44.500 millones de euros) en mejoras para la tambaleante red eléctrica. Casi cada semana sale en los periódicos cortando la cinta inaugural de una nueva planta solar o eólico o instalación de hidroelectricidad.
Fotos. Arriba: Un minero se dispone a entrar a gatas a una mina de las montañas Khasi. Abajo: Varios mineros clasifican el carbón por su calidad en los campos de las montañas Khasi.
Pero también sigue siendo un defensor acérrimo del carbón. Se mostró exultante con la aprobación de un proyecto de ley en marzo para guiar la expansión de la industria doméstica de minería de carbón del país, diciendo que impulsaría la economía y crearía miles de nuevos empleos. Mientras que los precios de la electricidad procedente de fuentes renovables han caído drásticamente en los últimos años, el carbón sigue siendo la fuente más barata de energía, y la industria india del carbón se ha embarcado en un auge de la construcción, doblando la capacidad instalada desde 2008. La India consume unas 800 millones de toneladas de carbón al año, y esa cifra podría llegar a ser más del doble para 2035, según la Previsión Energética Mundial de BP. Para cumplir con esa demanda, y para limitar las importaciones de carbón, Goyal tiene planes de aumentar la producción doméstica del carbón hasta los 1.500 millones de toneladas al año para 2020, desde las 660 millones de toneladas de 2015. "Aumentar la producción doméstica de carbón representará un importante paso hacia la seguridad energética longeva de la India", dijo Goyal en un tuit de enero.
"El rompecabezas de la India es un rompecabezas de carbón", dice Jairam Ramesh, un antiguo ministro de Medio Ambiente. Ramesh fue el principal negociador de la India en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en Cancún (México) en 2010 y es el autor de Señales verdes: ecología, crecimiento y democracia en la India. El pasado mes de agosto, me dio la bienvenida al reducido despacho abarrotado de libros de su casa en Nueva Dehli y repasó conmigo las cifras de los recursos energéticos de la India.
Casi el 70% de la electricidad de la India hoy proviene de plantas a carbón. Alrededor del 17% proviene de la hidroelectricidad, en gran parte de grandes presas del noreste del país. Otro 3,5% proviene de la energía nuclear. Eso deja aproximadamente un 10% procedente de energías renovables que varía en función de las condiciones meteorológicas – sobre todo de instalaciones eólicas.
Durante los próximos 25 años, "con las previsiones más agresivas en cuando a renovables, podríamos alcanzar entre un 18% y un 20% de renovables", me dijo Ramesh. "La hidroelectricidad tarda más – incluye el desplazamiento de las personas y la sumersión de terrenos, pero podríamos esperar que esa contribución del 17% suba hasta el 25%. La energía nuclear está ahora en el 3,5% y, bajo las previsiones más agresivas, podría llegar al 5% ó 6%. Así que en el mejor escenario – los programas más agresivos para energías nucleares, solares, eólicas y de hidroelectricidad – el maldito carbón seguirá representando el 50%". En otras palabras, mientras que las fuentes de bajas – o cero – emisiones de carbono representarían un porcentaje más grande del suministro energético de la India, en general las emisiones de carbono casi se doblarían: desde unos 2.100 millones de toneladas en 2014 hasta más de 4.000 millones de toneladas para 2040, según la Agencia Internacional de la Energía.
Esa una conclusión desalentadora. La respuesta de Modi y Goyal ha sido embarcarse en el programa de aumento de capacidad energética más agresivo del mundo para la generación de energía de bajas emisiones de carbono. Fue poco después de asumir su cargo cuando Modi anunció que intentaría añadir otros 100 gigavatios de capacidad de energía solar para 2022. (La India dispone de unos cuatro gigavatios de capacidad solar actualmente). Los 57 gigavatios de la nueva capacidad prevista vendrán en forma de energía solar de gran escala, incluidos los llamados 'ultramegaproyectos', que varían en tamaño desde los 500 megavatios hasta los 10 gigavatios. 'Ultramega' apenas hace justicia a la escala de tales parques solares colosales; la planta solar más grande del mundo, la planta Luz del Desierto ubicada en el desierto Mojave de California (EEUU), es de 550 megavatios. Y 25 de estos enormes proyectos están proyectados para entrar en línea para 2019, con el apoyo de 40.500 millones de rupias (unos 554 millones de euros) en financiación procedente del Gobierno central – una cifra insignificante dado que la construcción de Luz del Desierto costó más de 1.500 millones de dólares (unos 1.335 millones de euros). (En 2012, cuando Modi era el ministro jefe del Estado de Gujarat, presidió el lanzamiento de la instalación solar más grande del mundo: un conjunto de plantas que juntos suman casi un gigavatio). También están previstos otros 75 gigavatios de energía eólica.
Foto: Torres eléctricas bordean las carreteras en Nueva Delhi.
Juntos, estos proyectos impulsarían la capacidad de energías renovables de la India desde alrededor del 10% del total hasta el 32%. Al mismo tiempo, el Gobierno prepara un programa de construcción de plantas nucleares que, de forma aproximada, triplicarían la capacidad para 2024 y satisfaría la cuarta parte de la demanda energética del país para 2050. La India también tiene por objetivo capitalizar aún más su abundante potencial de hidroelectricidad, particularmente en los estados del lejano noreste, donde los ríos caen en cascada desde la meseta del Himalaya.
La cuarta rama de la plataforma de energías bajas en emisiones de carbono será el gas natural – si el país es capaz de encontrar cantidades suficientes para importar. Las reservas domésticas de gas natural de la India son pequeñas, y las importaciones han sido limitadas por el gasto del transporte del gas natural licuado en camiones cisterna. Pero el cierre de un tratado internacional para limitar la capacidad de armas nucleares de Irán, que levantaría las sanciones internacionales que han restringido las exportaciones energéticas iraníes, proporcionaría un nuevo impulso para la construcción planificada de un gaseoducto a gran profundidad submarina por el mar Arábico, desde Irán hasta la costa oeste de la India.
Las empresas extranjeras hacen cola para invertir en el sector de energías renovables de la India (Softbank, de Japón, anunció recientemente que invertirá 20.000 millones de dólares – unos 17.792 millones de euros – en proyectos solares en la India). Pero llegar a construir realmente todos estos proyectos será sumamente caro, y requerirá un nivel de disciplina fiscal y voluntad política que rara vez ha alcanzado el Gobierno díscolo y corrupto de la India. Modi, que se ha rodeado con un grupo de tecnócratas capacitados y en su mayoría respetados como Goyal, tiene una capacidad limitada para obligar a los estados a implementar y hacer cumplir los mandatos de energía limpias, más allá de la promesa de generosidad por parte del Gobierno central.
Las regulaciones que obligan a los servicios públicos a utilizar una cantidad mínima de energía renovable sobre todo han sido ignoradas. Unas legislaciones clave, incluidas unas modificaciones importantes de la Ley Energética de 2003, se encuentran atascadas en el parlamento porque pocos políticos del país están dispuestos a abordar el tema clave: los servicios públicos están actualmente obligados a vender la electricidad a precios inferiores a los costes. Los esfuerzos por modernizar los anticuados servicios públicos – como debe hacerse para que exista cualquier posibilidad de implementar la ambiciosa agenda energética de Modi – no parecen encontrarse más cerca del éxito de lo que estaban cuando asumió su cargo.
Y entonces está la cuestión de cómo pagar todas las nuevas instalaciones de energías renovables. Instalar 100 gigavatios de nueva capacidad solar acarreará un coste de la orden de billones de rupias (decenas de miles de millones de euros), requiriendo tanto tarifas eléctricas más elevadas como masivas inversiones por parte del Gobierno central. Un impuesto de 200 rupias (unos 2,75 euros) por tonelada de carbón producido se destina al Fondo Nacional de Energías Limpias que ahora suma unos 2.600 millones de dólares (unos 2.311 millones de euros), pero de allí poco ha llegado a los promotores y constructores.
Al mismo tiempo, el ministro de Finanzas Arun Jaitley, bajo la dirección de Modi, está empeñado en reducir el déficit del presupuesto de la India, que actualmente representa aproximadamente el 4% del PIB. Para superar ese esperado déficit, Modi y Goyal están, en esencia, exigiendo que los países de occidente intervengan y financien programas de energías renovables en la India y otros países en desarrollo. "Occidente tendrá que pagar por los daños que han causado al mundo y al planeta", dijo Goyal en un discurso del cambio climático realizado en Londres (Inglaterra) en mayo.
Otro obstáculo para los planes de Modi es que la India importa casi todos sus componentes solares. La campaña que ha lanzado para fomentar la fabricación doméstica llamada "Make in India" (un juego de palabras que hace referencia a la famosa etiqueta de "Made in India" que aparece en tantos productos fabricados allí, que se traduciría como "Hazlo en India") incluye provisiones para desarrollar un sector de fabricación solar, pero será difícil competir con las importaciones baratas de China en un país con una infraestructura industrial chirriante, y poca experiencia con esta tecnología.
En resumidas cuentas, Modi intenta crear una industria de energías renovables de primera al mismo tiempo que se intenta reformar un sector de servicios públicos corrupto y en bancarrota, ampliar el sector de fabricación del país, mantener los déficit en niveles bajos, y sostener un crecimiento económico del 8% anual. Si se consigue todo eso – si se construye la grandiosa planta solar, y las nuevas presas al norte, y se financian las plantas nucleares, y se construye el gaseoducto submarino – la India podría, quizás, resolver el rompecabezas del "maldito carbón" y reformar su sistema de generación energética. Eso, sin embargo, todavía dejaría un gran problema sin resolver: la transmisión y distribución de toda esa electricidad a los consumidores.
La última milla
Kishan Lal se topó con un final deshonroso. En la noche del 24 de junio, el frutero de 40 años de edad fue a atender la llamada de la naturaleza en unos baños públicos de Shakarpur, un distrito de la zona este de Nueva Dehli, y cometió el error de tocar un raíl metálico del interior del váter. Fue electrocutado y murió al instante. La red eléctrica de la India es peligrosa porque es aleatoria e improvisada. El robo de electricidad, conocido como katiyabaaz, es galopante; hasta las instalaciones legales a menudo están hechas de cualquier manera. Enredos de cables envuelven las cimas de los inclinados postes eléctricos y son una vista ubicua en cada ciudad de la India.
Fotos. Arriba: Una colonia residencias aguarda el final de un apagón en Nueva Delhi. Abajo: Unos niños estudian por la noche a la luz de una lámpara LED alimentada por una microrred en Biswan, Uttar Pradesh.
Las pérdidas energéticas en la transmisión y distribución por toda la India son, de media, de aproximadamente el 25%, y en algunas zonas pueden llegar hasta el 50%. Eso significa que la mitad de la electricidad que se genera o nunca llega al usuario final o se utiliza sin pagar por ella. Las pérdidas energéticas en el mundo desarrollado rara vez llegan al 10%. Para una red eléctrica a punto de verse puesta a prueba por la adición de grandes cantidades de energía procedentes de fuentes renovables e intermitentes, esa infraestructura anticuada representa un enorme problema.
Está exacerbado por el hecho de que muchos de los ciudadanos de la India ni siquiera están conectados a la red (no existen cifras precisas, pero el número probablemente está entre los 300 y 400 millones de personas). No sólo no llega la red a muchas zonas rurales, sino muchos de los que viven en los barrio pobres de las ciudades también carecen de un suministro eléctrico (a menudo simplemente no se pueden permitir el coste aproximado de unos 93 euros que costaría conectarse a la red, incluso cuando estén disponibles estas conexiones). La Corporación de la Red Eléctrica de la India opera unos 112.000 kilómetros de cables de transmisión que se extienden por la mayor parte del continente. Lo que antes fueron cinco redes regionales se han unido para formar un único sistema nacional que llega a una distancia de unas pocas millas de casi toda la población, un proceso completado en 2013. Las conexiones de transmisión de la red eléctrica entre regiones siguen siendo inadecuadas sin embargo – esto fue la causa principal del gran apagón del 2012 – y poco se ha mejorado la tecnología de la India de conmutación y control durante las últimas dos décadas.
Es más, la acumulación de capacidad de generación durante la última década no se ha visto igualado por las inversiones en cableado eléctrico y subestaciones. La operadora de la red eléctrica de la India tiene planificado gastar un billón de rupias (unos 13.700 millones de euros) durante los próximos años para añadir nueve corredores de transmisión de alta capacidad – una importante parte de los 44.500 millones de euros que Goyal ha dicho que se destinarán a la modernización de la red eléctrica durante la próxima década.
En teoría, tales inversiones deberían facilitarles el trabajo a personas como Pawan Kumar Gupta, el director general del Centro Estatal de Envíos de Carga, el principal centro de operaciones de la red eléctrica de la capital del país. Fuera del Centro de Envíos, vi los mismos cables enredados y colgantes que llegan a casi cualquier edificio de Nueva Delhi; dentro, los pasillos estaban vacíos y polvorientos hasta que pasamos una serie de puertas de seguridad para llegar a la sala de control. Allí, una pantalla del tamaño de toda la pared rastrea los varios alimentadores y subestaciones de las cinco empresas energéticas que dan servicio al metrópoli. En pantalla, números parpadeantes en verde y amarillo mostraban la cantidad de electricidad que fluía por el sistema. La función del Centro de Envíos es casar el suministro con la carga, o demanda.
La demanda crece y disminuye, pero el suministro es fijo. A nivel nacional, el país mantiene un déficit energético anual de un 5%; es decir, sólo genera el 95% de la energía que necesita. En muchas ciudades grandes, el déficit crece hasta el 20% ó 25%. Cuando no está disponible la electricidad, el Centro de Envíos ralentiza el suministro; el resultado con las caídas de tensión intermitentes y diarios que atormentan Nueva Dehli, junto con la mayoría de las ciudades indias. Con la incertidumbre del suministro de la red eléctrica, algunas de las principales empresas indias, como el gigante informático Infosys, han instalado sus propias plantas energéticas: Infosys está planificando un parque solar de 50 megavatios para dar servicio a sus oficinas en Bangalore, Mysore y Mangalore.
Bajo las llamadas obligaciones de compra de energías renovables, establecidas bajo el predecesor de Modi, las empresas de distribución eléctrica, que entregan la electricidad a los usuarios finales y se conocen en la India por el nombre de "discoms" (una abreviación de los términos distribución y comunicaciones), tienen la obligación de proporcionar determinados niveles de electricidad de fuentes renovables (el 7,3% del suministro total en 2014-2015; el nivel sube cada año). Sus progresos reales hacia el cumplimiento con estos objeticos han sido limitados, sin embargo, y las penalizaciones por no cumplir son casi inexistentes.
Si los discoms consiguen utilizar más energías renovables, necesitarán importantes mejoras en las redes locales de distribución para poder balancear las cargas y asegurar que el suministro eléctrico sea estable incluso cuando no brille el Sol y no sople el viento. ¿Llegará el dinero a tiempo, si es que llega? Cuando se lo pregunté a Gupta, se rió en voz alta y se encogió de hombros. "Será un trabajo muy difícil, sin duda", dijo con una sonrisa.
El trabajo práctico de dispensar la energía se ha visto más dificultado por la victoria en las elecciones municipales en febrero del Partido Aam Aadmi, cuya campaña electoral se apoyó en una plataforma de descuentos en los servicios de agua y luz. Prometer agua y luz gratuitas, sin llegar a especificar cómo pagarlas, representa una vieja tradición de las campañas políticas en las elecciones locales y estatales en la India. Bajo la plataforma del Partido Aam Aadmi, las familias de Nueva Dehli recibirían 20.000 litros de agua sin coste al mes, y los que consuman menos de 400 kilovatio-horas de electricidad al mes dispondrán de un descuento del 50% en su factura de luz. Esos subsidios costarán al Gobierno alrededor de 16.700 millones de rupias (unos 228 millones de euros) al año – y no ayudarán a los discoms a operar negocios rentables.
Foto: Se seca la ropa tendida en cables eléctricos en un barrio pobre de Nueva Delhi.
Los discoms de Nueva Delhi, no obstante, son modelos de estabilidad financiera en comparación con muchos de sus contrapartidas en la India, especialmente los que dan servicio a zonas rurales. Bajo los subsidios agrícolas que se han convertido en el tercer raíl de la política energética en India, los agricultores reciben la electricidad gratis, lo que significa que las empresas energéticas que les dan servicio pierden dinero con cada cliente. Parte de las pérdidas se ven compensadas en subvenciones del Gobierno central – pero mejorar la red eléctrica servirá de poco a no ser que las empresas puedan desarrollar viables modelos de negocio. El sector ha sido rescatado dos veces durante los últimos 13 años con cantidades que asciendan a miles de millones de rupias. Las pérdidas acumulativas han aumentado de forma tan drástica que podrían "derrumbar la agenda al completo de crecimiento" del Gobierno de Modi, dice Praveer Sinha, el CEO de Tata Power Delhi Distribution, uno de los principales discoms de Nueva Delhi.
La importante Ley Energética de 2003 introdujo ciertas reformas amplias, unos elementos de privatización y creó unas normas nacionales más constantes para gobernar la generación y transmisión de la electricidad, pero sus provisiones se han implementado de forma escasa en algunos estados, y para nada en otros. En mayo de este año, Goyal anunció la Misión Nacional de Red Inteligente, que proporcionará unos subsidios de hasta el 30% para mejoras en redes eléctricas regionales y locales. Dos meses después, desveló un plan a 20 años para mejorar la red de transmisión nacional, incluido una exención de los cargos de transmisión interestatal de energía de fuentes renovables. Los discoms de muchos estados han anunciado subidas de tarifa de entre el 5% y el 45%.
Una reforma completa, sin embargo, requerirá medidas que siguen siendo políticamente imposibles de momento: la privatización al completo del sector, una interferencia menor por parte de los Gobiernos estatales en la operación de los servicios públicos, y, sobre todo, el fin de la electricidad gratuita para los agricultores.
Mientras tanto, en las ciudades los discoms decididos a modernizarse – y a conseguir que los clientes realmente paguen por su electricidad en lugar de robarla – se han visto obligados a ampliar su alcance. Tata Power Delhi, un subsidiario del conglomerado gigante Tata, ha lanzado una serie de programas sociales, incluidos unos seguros de vida, seguros médicos, y clases de alfabetización y vocación gratuitos, con el fin de intentar persuadir a la gente para que deje de robar energía y pagar por la electricidad de contador.
En uno de los programas de alfabetización financiados por la empresa, en un barrio pobre de Pitam Pura, al noroeste de Nueva Delhi, una docena de mujeres se apiñaron en una pequeña habitación dentro de un edificio de hormigón un martes del pasado verano. Un arcaico ordenador de mesa ocupaba una pequeña mesa en un rincón. Fuera, el nido habitual de cableado eléctrico conducían a un contador colocado en la fachada exterior del edificio. Kusum, que sólo quiso facilitar su nombre de pila, dijo que ella y su familia empezaron a pagar por la electricidad hace un año, junto con la mayoría de sus vecinos.
El sistema anterior de katiyabaaz "simplemente era la práctica común", dijo a través de un intérprete. "No pensábamos que hacíamos nada malo – era simplemente la norma".
Fotos. Arriba: Un barrio pobre donde Tata Power provee el suministro eléctrico. Abajo: El Mercado Khan, una zona de compras de lujo en Nueva Delhi por la noche.
Su marido es un jornalero que trabaja cuando encuentra empleo. Los ingresos mensuales de la familia de Kusum – su marido, sus tres hijos y una nieta, que viven en una habitación de unos 14 metros cuadrados – es de unas 10.000 rupias (unos 136 euros). De ese sueldo, la familia ahora paga unas 510 rupias (unos 6,9 euros) en electricidad. Esto dificulta sus vidas. "Pero ya no vivo con el temor de sufrir un accidente [eléctrico]", añade. "Nos sentimos más en paz, y más seguros, y tenemos más orgullo al saber que no estamos robando".
Incorporar más clientes como Kusum a la red eléctrica, legalmente, representa un paso hacia la racionalización del negocio energético. Pero tales anécdotas siempre se ven eclipsadas por la inmensidad de la India. El barrio pobre de Kusum es relativamente pequeño de quizás unas 21.000 personas. Eso es una pequeña fracción de la población de la segunda ciudad más grande de la India, y no todas las empresas energéticas tienen los recursos necesarios para convertirse en una agencia de servicios sociales además de proporcionar electricidad.
En cualquier caso, reducir el robo de electricidad entre los pobres de las ciudades sólo resolverá uno de muchos de los problemas de la red eléctrica de la India. En muchos sitios, los aldeanos que pueden ver los postes y cables eléctricos desde sus casas podrían esperar décadas para que los cableados les lleguen a alcanzar. Ampliar la red para llegar a cada casa y negocio requeriría muchos billones de rupias de las que simplemente no disponen los Gobiernos estatales y el Gobierno central. Para muchos, adquirir el acceso a la electricidad mediante microrredes solares y otras fuentes locales de energía que circunvengan el modelo tradicional de electricidad es una opción mucho más práctica.
"No estoy de acuerdo con el mecanismo de talla única", le dijo Goyal al periódico nacional Business Standard en junio, y añadió que los planes individuales de reforma del sector energético se publicarían para mediados de 2016. La implicación más amplia es que los problemas energéticos de la India requerirán soluciones adaptadas a la historia del país, su tecnología y economía, y su sitio en el mundo.
La burbuja solar
Aunque Appapur se encuentra dentro de una reserva de tigras, los problemas reales son los leopardos, serpientes y jabalís. Los leopardos matan entre 10 y 15 vacas y cabras domésticas al año, según me contaron sus habitantes cuando lo visité a finales de julio. Los jabalís destruyen los pequeños huertos de los aldeanos. Serpientes venenosas acechan en la hierba, un peligro para los que andan en la oscuridad. La iluminación solar nocturna, proporcionada por los paneles de 100 vatios y baterías de plomo-ácido, han reducido estos problemas pero no los ha eliminado; los leopardos a veces cazan de día además de por la noche, y los jabalís son descarados a todas horas. Una verja de electricidad solar atajaría el problema de la amenaza animal, me dijeron, pero se dan cuenta de que faltan años, cuanto menos, para verlo realizado.
Los cambios más dramáticos que han aportado los sistemas solares a la comunidad se centran en la educación y la vida social. Los niños ahora disponen de luz para leer y estudiar por la noche. Unas pocos televisores proporcionan una conexión con el mundo exterior (no había apenas servicio de internet y ningún ordenador en Appapur cuando lo visité). La iluminación de exteriores, aunque escasa, junta a las personas para relajarse, hacer vida social y discutir los problemas de la aldea de maneras que resultaban imposibles en cabañas abarrotadas, llenas de humo e iluminadas por querosín.
"Nos podemos comunicar más con nuestros vecinos", dice T. Jaya Lakshmi, la nieta del jefe de aldea Mallaiah Tokala y la directora de la escuela de una sola aula de Appapur. "Tenemos un mayor sentimiento de comunidad porque no nos da miedo salir por la noche".
Ahora, la necesidad más urgente es el agua. Antes de que se instalaran los paneles solares, un equipo acudió y cavó un pozo cerca del enorme árbol higuera de Bengala que marca el centro del pueblo. Más tarde, un par de paneles se conectaron para operar la bomba, pero demostraron ser insuficientes. Las autoridades prometieron volver con más paneles. Eso fue hace más de dos años. Hoy, la mayoría de la gente todavía tiene que recorrer dos kilómetros a pie para conseguir agua.
La India dispone de miles de aldeas sin electricidad donde la gente todavía vive en la oscuridad. La mayoría nunca se conectarán a la red eléctrica. La energía solar de tejado – o, de forma alternativa, las microrredes alimentadas por varias combinaciones de pequeñas instalaciones renovables y generadores de diésel – representan la única manera de la que sus habitantes consigan un suministro fiable de electricidad. Varios proveedores indios y del extranjero, incluidas empresas de rápida expansión como Visionary Lighting and Energy y Greenlight Planet, están distribuyendo pequeños sistemas solares domésticos por el sudeste asiático, impulsado por incentivos gubernamentales, los precios a la baja de la tecnología y la alta demanda.
Foto: Una comunidad cercada a la planta de Tata en Mundra, Gujarat.
Pero la energía solar a pequeña escala es un negocio duro de márgenes pequeños. El dinero, al menos por ahora, está en los grandes parques solares apoyados por el Gobierno. La carrera para construir proyectos solares en la India ha arrancado oficialmente. Este año los analistas esperan que el país añada 2,5 gigavatios de capacidad solar, más del doble del total añadido en 2014. En la primera fase de la Misión Solar Nacional, el gobierno pide presupuestos para construir 15 gigavatios de capacidad en todo el país.
Los resultados de las primeras subastas del Gobierno han sido chocantes. En una, celebrada en Madhya Pradesh, el promotor canadiense SkyPower ganó la subasta con un presupuesto de 5,05 rupias (unos 7 céntimos de euro) por kilovatio-hora. Esa subasta, que ofrecía la oportunidad de construir 300 megavatios de capacidad solar, fue tan promocionada que atrajo pujas por un total de 2.200 megavatios, con tarifas muy por debajo de las 7,04 rupias por kilovatio-hora que la Comisión Energética Central y Regulatoria ha determinado como el umbral viable para los proyectos fotovoltaicos.
En otras palabras, los constructores solares en India están pujando con precios ilusoriamente bajos para estos proyectos, contando con que el Gobierno indio cubra la diferencia. De hecho, el Gobierno ha establecido un programa de Financiación para el déficit de viabilidad para los proyectos público-privado de infraestructura, que proporcionará subvenciones para promotores solares "para promocionar los proyectos de infraestructura que se justifican económicamente pero no alcancen la viabilidad financiera".
Sin saber si esa financiación bastará para hacer que estos proyectos sean viables o rentables a largo plazo, la burbuja solar en India sigue creciendo. Cuando me reunió con el CEO de SkyPower, Kerry Adler, defendió arduamente la estrategia india de la empresa radicada en Toronto (Canadá) y los precios a los que tiene previsto construir los parques solares. "Existen algunos pujantes suicidas por allí", reconoció Adler, pero "SkyPower nunca ha firmado un contrato que no ha logrado construir. Nunca hemos perdido dinero en uno de estos proyectos, y no tenemos intención de empezar ahora".
Sea como fuere, algunos de los proyectos solares a escala de red de la India actualmente previstos nunca se ejecutarán. E incluso los que tengan éxito no serán suficientes para resolver todos los retos energéticos de la India. Jairam Ramesh, el antiguo ministro de Medioambiente, sugiere que el país tiene que pensar de forma diferente en las fuentes renovables y no esperar que sirvan principalmente a "este modelo de integración vertical de la generación de energía, donde cuanto más grande [el proyecto], mejor". En algunos casos, más pequeño será mejor.
Fábricas de ladrillos
Ya se está produciendo esa transformación. En ciudades del sur de la India como Bangalore, muchos tejados ya tienen depósitos de agua que se calientan con energía solar, y el número de estados que requieren instalaciones solares de tejado en las nuevas construcciones está multiplicándose. Cada pueblo de la India, incluso el pueblecito más polvoriento de carretera, tiene carteles y vallas publicitarias que anuncian pequeños sistemas de batería y de inversor. Un nuevo ecosistema energético está emergiendo de maneras complejas y no siempre predecibles.
Un día del pasado verano, visité un emplazamiento de pruebas solares en un recinto amurallado cerca del pueblo de Challakere, en los matorrales secos a varios cientos de kilómetros al norte de Bangalore. Operado por el Instituto Indio de la Ciencia (IISc, por sus siglas en inglés), es un conjunto de pruebas de energía solar concentrada. Filas de artesas parabólicas poco profundas, hechas de aluminio, se alargan durante una distancia de 2,5 veces un estadio de fútbol. La luz del Sol que se refleja en las artesas se concentra en tuberías de agua colocadas encima. El sistema calienta el agua a una temperatura de 200 ºC; el agua caliente se dirige a un intercambiador de calor conectado a una pequeña turbina que produce 100 kilovatios de electricidad.
Fundado por el Gobierno del Estado de Karnataka y el Instituto para las Investigaciones de Energía Solar de India y Estados Unidos, este conjunto se utilizará para probar varios materiales reflectantes y fluidos de transferencia de calor (incluida, por ejemplo, la sal fundida además del agua). El objetivo, según cuenta el profesor de ingeniería de materiales de la IISc Praveen Ramamurthy, es encontrar las mejores combinaciones de componentes específicos para las condiciones de la India, un proceso muy requerido para la tecnología solar fotovoltaico también.
"Nadie está probando el envejecimiento [de los equipos solares] en la India", dice Ramamurthy. "Recibimos paneles solares, pero están certificados para climas moderados como Estados Unidos y Europa, y simplemente nos adaptamos".
Entre los peligros para los conjuntos solares en la India se encuentran las altas temperaturas y la humedad, que tienden a provocar que se pudran los adhesivos que unen los paneles solares convencionales. El polvo y la degradación también representan importantes retos. Ramamurthy está desarrollado compuestos de polímeros para sellar y proteger las células fotovoltaicas. Los fotovoltaicos solares serán la principal fuente de generación de energía solar en la India, pero la energía solar concentrada también es de un interés importante, porque se puede utilizar de otras maneras además de generar electricidad. Por toda la India, por ejemplo, hay pequeñas fábricas independientes que hacen ladrillos con hornos de madera. Esto contribuye a la deforestación y las altas emisiones de dióxido de carbono. Utilizar la tecnología de concentración solar para hornear los ladrillos sería un beneficio enorme para el medio ambiente.
Tales soluciones a medida pueden parecer inadecuadas para la escala de los problemas. La combinación de los servicios públicos menguantes, la alta dependencia del carbón, la red eléctrica defectuosa y un sector energético inutilizado por los subsidios y las interferencias del Gobierno parecen argumentar que la India no tiene ninguna posibilidad: ningún camino hacia el crecimiento económico y la abundancia energética salvo uno que resultará desastroso para el medio ambiente. Pero sobre el terreno, la foto es más compleja y menos desalentadora.
Fotos. Arriba: Un ingeniero inspecciona los paneles solares sobre el tejado de un almacén en Nueva Dehli. Abajo: Un agricultor vuelve a casa cerca de los parques eólicos de Coimbatore, Tamil Nadu.
"El Gobierno central y los inversores externos se están centrando, naturalmente, en estos megaproyectos enormes que reciben una financiación ridícula, pero la innovación real se está produciendo a nivel de pueblo", dice Anshu Bharadwaj, el director ejecutivo del Centro para el Estudio de la Ciencia,y Políticas, un think tank de Nueva Dehli. "La manera de mayor impacto es desarrollar un gran número de proyectos de 100 kilovatios y medio megavatio que se distribuyan por todo el país, cerca de las cargas rurales".
Finalmente, se necesitará alguna combinación de energía solar distribuida, microrredes locales y grandes plantas de energías renovables para abordar las necesidades energéticas de la India durante los próximos 50 años. No se puede ampliar la red para que llegue a cada aldea y cabaña de India, pero tampoco se puede desarrollar y operar una base de fabricación del siglo XXI con el uso de energía solar distribuida impredecible. La clave será averiguar qué funciona en cada estado, cada ciudad y cada aldea.
Ese trabajo ya se está realizando en el estado de Bihar por un equipo de investigadores relacionados con el Centro Tata para lay el Diseño del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU). Bihar es un típico estado indio: tiene más de 100 millones de habitantes, el 20% de los cuales disponen de acceso a un suministro de electricidad fiable. El discom del estado está más o menos en bancarrota, las facturas de la luz subvencionada son artificialmente bajas y las pérdidas de electricidad de la red llegan casi al 50%. La cobertura de la red es aleatoria, dice Ignacio Pérez-Arriaga, un profesor visitante del MIT y el líder del Modelo de Referencia de la Electrificación, que se centra en planificar el acceso a la electricidad para la India y otros países en desarrollo.
"Visité una aldea hoy que no dispone de electricidad", me dijo en julio, "y a 100 metros, la próxima aldea tiene un buen suministro de electricidad. Es confuso. Puede que les llegue el mes que viene, durante la próxima década, o nunca".
Paradójicamente, el mero tamaño de la tarea a la que se enfrenta – el hecho de que la India se encuentra en las primeras fases de mejorar y modernizar su sistema energético – de alguna manera es una ventaja. Resulta que se está embarcando en la modernización de su sistema energético en un momento en el que los precios de la generación de energía renovable, y de la tecnología que hará que funcione a nivel local, empiezan a igualarse con los precios de la tradicional energía de combustibles fósiles.
BMW, por ejemplo, dijo este año que construirá una planta solar para cumplir con el 20% de su demanda energética en su fábrica cerca de Chennai. Indian Railways, que opera el sistema ferrocarril más extensa del mundo y es el mayor empleador del país, tiene planes de construir un gigavatio de capacidad solar durante los próximos cinco años. Al evitar el coste de proporcionar un suministro de electricidad universal basado en la red eléctrica, la India puede concentrarse en lo que mejor funcione para cada emplazamiento local y para cada necesidad específica. Cada microrred y sistema solar local desplegado reduce por una fracción la necesidad de ampliar la red; cada nuevo sistema de energía renovable instalado por un negocio o una fábrica reduce la presión para construir ultra mega plantas energéticas.
Foto: Una familia en la aldea de Sureshpur en Biswan, Uttar Pradesh.
Puesto que se está industrializando ahora, la India tiene la oportunidad de reinventarse mediante tecnologías que se están mejorando a gran velocidad. Hoy, requiere que los edificios de nueva construcción sean equipados con tecnología solar y desplieguen modelos de distribución empresariales que circunvengan los rotos servicios públicos. Mañana, podría depender de la energía solar concentrada para las pequeñas fábricas, o pequeños reactores nucleares, o algún otro tipo de modelo de generación y distribución aún por emerger.
Ese aire de posibilidad dinámica e improvisación era evidente en todos los lugares que visité en la India, desde los barrios pobres de Nueva Dehli hasta las aldeas de Telangana. El ingenio indio para la adaptación y la supervivencia en condiciones caóticas y difíciles da esperanzas de que el país pueda solucionar el reto aparentemente insuperable de ampliar su economía de manera limpia y sostenible. En muchos sentidos no existe ninguna alternativa. "La India no se puede permitir replicar el modelo estadounidense o chino de 'Crecer ahora, pagar después'", dice Jairam Ramesh. "No nos podemos permitir decir, 'Vamos a tener 25 años de un crecimiento del PIB del 8%, para hacer un ejercicio de limpieza después'".
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